Obesidad igualitaria


Una muchacha obesita y poco agraciada ha denunciado que se le ha impedido ser azafata en FITUR porque su talla no le permitía ponerse el uniforme, algo que ella ha considerado una intolerable discriminación.

El tema tiene su interés porque revela los estragos del igualitarismo mal entendido. La señorita obesa se siente discriminada por el mero hecho de serlo y piensa que FITUR debería poner a su disposición un uniforme a medida adecuado a su adiposidad en lugar de pensar, siquiera por un instante, que debería haberse abstenido de postularse a un empleo para el que no reúne las condiciones más elementales. Este tipo de actitudes puede conducir a que los cojos se sientan discriminados por no ser contratados por equipos de fútbol, a que los tartamudos se sientan ultrajados por no poder ser locutores de radio, a que los sordos se indignen por no poder formar parte de orquestas sinfónicas y a que los enanos protesten por no poder militar en equipos de baloncesto. 

El problema no es que la gordita ultrajada sea tonta de remate, que también lo es, sino el hecho de que muchos medios de comunicación le den cancha en sus programas para que airee sus supuestos agravios; aunque, bien pensado, no es de extrañar en un país que cuenta con analfabetos en un Consejo de ministros presidido por un doctor cum fraude y con centenares de indocumentados detentando cátedras universitarias para las que no están mínimamente capacitados. Los principios de mérito y capacidad deben compensarse con los de demérito e incapacidad en aras de la santa desigualdad.

En mi caso, yo hubiera querido ser galán de la pantalla y codearme con Ava Gardner, Brigitte Bardot y la insuperable Natalie Wood, pero no fue el caso y me abstuve de acudir a las televisiones y los programas de radio para airear mi frustración buscando suscitar la simpatía de tarados, majaderos e  igualitaristas sin fin.


Ya lo advirtió Tocqueville en el siglo XIX: la igualdad produce dos tendencias: una que conduce  a los hombres directamente a la independencia y puede empujarles de repente a la anarquía, y otra que les conduce, por un camino más largo y más secreto, pero más seguro, a la servidumbre.

Me pregunto si a la señorita de la talla 46 se le ha ocurrido recurrir a los servicios de la clínica Adelgar, cuya primera cita es gratuita y ofrece financiación a cinco años (!) en cómodos plazos, pero me temo que no, por lo que le recomendaría que consultara con un psicólogo o psicóloga o psicóloge que le aclarara el hondo significado de lo que dijo El Guerra: "lo que no pue ser no pue ser y, además, es imposible".

Comentarios

  1. Tiempo ha que estamos en el "colmo"

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  2. Seamos políticamente incorrectos: un gran amigo holandés, compañero de oficio, me decía que notas el envejecimiento cuando las azafatas de los aviones no tontean contigo. Se refería claro a las azafatas de nuestros buenos tiempos, que no tenían problemas de tallas

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