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Mostrando entradas de diciembre, 2020
  Lo que me gustaría. (*) Melitón Cardona. Me gustaría vivir en un país en el que cuando alguien dice que su manifestación congregó a medio millón de personas no hubiera una medición racional que la cifrara en 17.628 asistentes. Lo anterior me recuerda el acertado exabrupto de Josep Pla (“¡Exacto!”) cuando un famoso científico extranjero afirmó en el Ateneo de Madrid, en los años treinta, que podía fijarse en origen de la Tierra en “unos diez o veinte millones de años”. También me gustaría vivir en un país en el que la justicia fuera ágil y un litigio se resolviera, de llegar al Supremo, en menos de dos años. Eso por no hablar de las miserias de un tribunal constitucional politizado que tarda tres mil seiscientos cincuenta y tres días en publicar una sentencia sobre un Estatuto de Autonomía que está en vigor, incólume, todo ese tiempo. Sería agradable vivir en un país en el que los sindicatos tuvieran una tasa de afiliación razonable, muy por encima de nuestro 16 por ciento, y se suste
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A Palacio  
  ¡Todos funcionarios ya! Melitón Cardona (*) Tras mucho estudio comparado y una cuidadosa ponderación, he llegado a la conclusión de que la mejor solución a la crisis consiste en convertir en funcionarios a todos los españoles que aún no perciben emolumentos de alguna de las numerosas administraciones públicas –la estatal, las autonómicas, las subautonómicas y las municipales- que tan brillantemente gestionan los impuestos que genera nuestro país. Para llevar a cabo ese ambicioso e inédito proyecto de ingeniería social será necesario adoptar medidas drásticas. La primera consistirá en conferir autoestima a amplias capas de la población, de tal manera que los pocos analfabetos que quedan aún accedan, de oficio y sin más trámite, al título de graduado escolar, los bachilleres a una licenciatura universitaria de su elección, los licenciados a un doctorado y los doctores a la titularidad de la cátedra que más les apetezca. A su vez, policías nacionales, guardias civiles y clases de tropa
UNA REFORMA NECESARIA Melitón Cardona (*) Si hace quince años alguien hubiera asegurado que Telefónica acabaría controlando la mayor operadora de móviles británica, que el metro de Londres y sus tres mayores aeropuertos estarían gestionados por empresas españolas, que Metrovacesa absorbería la primera inmobiliaria de Francia y Sacyr atrincheraría en la constructora, también francesa, Eiffage, que el Santander pagaría 13.467 millones de euros para controlar el emblemático banco británico Abbey National y tomaría posiciones en la norteamericana Sovereign Barcorp, que Izar ganaría un concurso para suministrar fragatas y portaaviones a Australia compitiendo con norteamericanos y franceses ... su interlocutor se habría echado a reír.   Lo cierto es que hemos doblado nuestro PIB en diez años, nuestra economía es la octava del mundo y acabamos de superar, según Eurostat, que no Prodi, la renta per capita de Italia. En este contexto, el inmovilismo en materia de atención a de nuestro Servicio
  Los inventos del TBO como solución a la crisis Melitón Cardona (*) En época de crisis como la que padecemos y padeceremos, creo que conviene echar una mirada retrospectiva a los grandes inventos del tebeo del Profesor Franz de Copenhague por si nos sirven de inspiración en esta tesitura de tantísima tribulación; están todos al alcance del nivel tecnológico de nuestro país y ofrecen la ventaja de poder atraer a millones de consumidores hasta ahora atontados por un bienestar anestésico light pero hoy alarmados por la magnitud de la tragedia económica y susceptibles de consumir no los productos más necesarios, sino los más estúpidos que la mente humana es capaz de concebir. Quiero evocar aquí la “bicicleta refrigerante para los días calurosos” (que incorporaba un recipiente de aluminio conectado a una ducha que funcionaba al pedalear, refrescando al ciclista), la moto-fuelle (que accionaba el motorista con los pies para que el aire expulsado impulsara una hélice y ésta comunicara el m
  LATIN KINGS (DE BASTOS) Y DEMÁS ESPECIES INVASORAS Melitón Cardona (*) Leo en la prensa nacional: “El último miembro de los Latin Kings en declarar en el juicio por el asesinato de un joven ecuatoriano en la plaza Elíptica de Madrid en 2005 (hace tres años), un tal Romel Vinicio P.R., alias Jordan, ha asegurado este miércoles que le han imputado el crimen porque “hacía meses que se había alejado de la banda”. El pobre émulo de baloncestista frustrado ha explicado que decidió alejarse de los Latin Kings tras pasar tres meses en prisión por un delito de robo con violencia (una condena ciertamente benévola), por lo que en septiembre de ese mismo año, cuando sucedieron los hechos, ya no tenía ninguna vinculación con la banda. Iba por libre. Así, Jordan ha asegurado que no acudió a la reunión de la banda convocada en la tarde del 15 de septiembre de 2005, en la que se acordó dar muerte a cuatro "ñetas" que supuestamente habían asesinado a un latin king el día anterior en la call
  Hasta aquí he llegado Melitón Cardona (*) A Félix Pons, socialista decente. En cierta ocasión, Keynes le escribió a uno de sus amantes lo siguiente: “trabajo para un gobierno al que desprecio para fines que considero delictivos”. Se refería a las desorbitadas exigencias que politicastros de corto alcance pretendieron imponer –y acabaron imponiendo- a la Alemania perdedora de la primera Guerra mundial: esas miras cortas abonaron el camino al nazismo y al estallido de la segunda Guerra mundial. Comparto con el economista esa percepción de que la seguridad del propio empleo y la laxitud de conciencia están por debajo del imperativo ético de no degradarse uno inútilmente. A mi llegada a este puesto me sentí como el rey del mambo. Mis colegas me daban un trato deferente que más que halagarme me sorprendía. Cada vez que daba una conferencia tratando de describir la realidad y virtualidad de mi país, obtenía un éxito rotundo; pues bien, cuatro años después he de refugiarme en evasivas de to
Citas sobre diplomacia Winston Leonard Spencer Churchill, 1874-1965, primer ministro inglés. Diplomacy is the art of telling people to go to hell in such a way that they ask for directions. La diplomacia es el arte de enviar al infierno de tal forma que la gente pregunte cómo llegar. Atrib. Peter Ustinov, 1921-2004, actor, escritor y dramaturgo británico. A diplomat these days is nothing but a head waiter who’s allowed to sit down occasionally. Hoy en día, un diplomático no es más que un maitre al que de vez en cuando se le permite tomar asiento. Romanoff and Juliet, 1956. Camillo Benso di Cavour, 1810-1861, estadista italiano. He descubierto el arte de engañar a los diplomáticos. Les digo la verdad y no me creen nunca. Atrib. Adlai Ewing Stevenson, 1900-1965, político y diplomático estadounidense. A diplomat's life is made up of three ingredients: protocol, Geritol and alcohol. La vida del diplomático se compone de tres ingredientes: protocolo, Geritol y alcohol. Atrib. Adrien Dec
  Hacia la estupidez total Melitón Cardona (*) Aunque estamos haciendo esfuerzos muy meritorios por alcanzar un grado de estolidez satisfactorio, todavía nos queda camino por recorrer. En tiempos de crisis la majadería es un grado y, por eso, me permito proponer algunas medidas susceptibles de perfeccionarla. Disfrutamos de alcaldes electos capaces de confundir el escudo de los Reyes católicos de su pueblo con un símbolo franquista y tampoco nos privamos de un diputado en Cortes que asimismo considera a Alfonso XIII “franquista” (ya hay que ser burro), ni de otro del mismo partido que propone sustituir la cruz que corona el escudo de España “para equipararnos con símbolos laicos como el de la Unión europea”, ignorando que las estrellitas del escudo que tan laico le parece son las de la Inmaculada Concepción, una veleidad de dirigentes democristianos de los años cincuenta del siglo pasado. También tenemos a asesinos en serie de nuestra penúltima guerra civil que se acogieron oportunamen
  Algunas propuestas de solución a la crisis Melitón Cardona (*) La cosa está tan mal que el difunto Profesor Franz de Copenhague, incapaz de contribuir a la salvación de nuestro país con sus maravillosos inventos del TBO, me ha instado oníricamente la pasada noche a tratar de reemplazarle. Ahí es nada. ¡Con la que está cayendo! Pero uno es osado y no se amilana ante los grandes retos, por magníficos que sean, de manera que, tras mucha reflexión y horas robadas al sueño, al ocio confesable y a la internet, creo estar en condiciones de aportar algunas ideas “ad maiorem Hispaniae gloriam” que -para beneficio de licenciados y doctores de nuevo cuño-, significa "para mayor gloria de España". En primer lugar, propongo que eliminemos de una vez por todas los vestigios franquistas y prefranquistas que nos quedan: tal empeño nos incrementará el PIB en un 0,0001 por ciento, pero -de nuevo para licenciados y doctores de nuevo cuño, víctimas de un bachiller igualitario pero deficiente,
                                     El esplendor de la diplomacia Melitón Cardona (*) Hay quienes piensan que la vida del diplomático es regalada y muelle; pues bien, con ocasión de una visita de Estado de los reyes de Suecia tuve que asistir a una gala solemne en la Nueva Ópera de Copenhague, lo que implica uniforme, espadita, condecoraciones y demás. Miles de ciudadanos de uno de los países más democráticos del mundo se agolparon tras un cordón policial para presenciar la llegada de los próceres e incluso aplaudir a algunos. No creo que quedaran defraudados: las damas lucieron tan espléndidas joyas que se me antojaron arbolitos de navidad vivientes pese a que el uso de diademas sólo estuvo permitido a la realeza; la invitación no las autorizaba expresamente como en otras magnánimas ocasiones. Muchos caballeros aparecieron, en su mayoría, de uniforme, los menos de frac. De no ser por el extraordinario parque automovilístico –los Mercedes deslucían antes los Rolls-Royce y éstos ante l
  Del insulto como una de las bellas artes Melitón Cardona(*) Hace muchos años asistí a un partido de fútbol en el estadio –es un decir- “Luis Sitjar”. Jugaba el Mallorca contra un equipo levantino: Alcoyano, Hércules o Levante, ya no recuerdo. Sí sé que se trataba de un partido trascendental de cara a un ascenso a primera o segunda división. El árbitro cerdeaba lo suyo y la sufrida parroquia que, en su mayoría, presenciaba el partido de pie, iba impacientándose por momentos. Un espectador destacaba por su voz estridente y por no parar de desgranar una letanía de insultos que iban desde la mención a la más vieja profesión del mundo que, según él, ejercía la madre del increpado a la de sus excrecencias córneas. No sé si porque pensó que su repertorio no hacía mella en el ánimo del enlutado -en aquella época los árbitros lucían chaqueta negra de paño-, el estridente aficionado decidió cambiar de registro y, aprovechando un momento efímero de relativo silencio, decidió obsequiarle con voz