Carta abierta a un amigo médico sobre la conveniencia, o no, de vacunarse contra el Covid


Querido amigo: Como sabes, me dediqué durante varias décadas a la investigación en la Universidad Politécnica de Catalunya, en algunos casos en colaboración con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y mis dos carreras técnicas me han ayudado, creo, a tener una visión pragmática de las cosas. Pero es evidente que en la cuestión de las vacunas contra el covid, carezco del conocimiento suficiente para juzgar acerca de su bondad y de sus posibles efectos secundarios y, por tanto, no tengo otra opción que tratar de informarme de la manera más amplia y objetiva posible. Pero no es tarea fácil. Porque las personas que deberían mostrar un acuerdo sobre los posibles efectos adversos, es decir, los médicos y los investigadores de todo el mundo, muestran opiniones diversas. Existe una verdad oficial, auspiciada por la Organización Mundial de la Salud, que sostiene dos dogmas: a) las vacunas no tienen efectos secundarios importantes y, si los tienen, son inferiores a los perjuicios de verse infectado por el covid; y b) no existe un tratamiento capaz de combatir el virus (como el dióxido de cloro, el ivermectin, u otros que son, en cambio, defendidos por médicos que fundan su criterio en experiencias estadísticas). 


Las verdades sostenidas por la OMS son acatadas por la mayoría de los médicos, aunque entiendo que muchos de ellos tampoco tienen los conocimientos suficientes para juzgar sobre los posibles efectos adversos de la vacuna ya que sus especialidades van por otros caminos. Simplemente, aceptan las indicaciones de la OMS con una buena dosis de fe. 


El otro día te conté el caso de unos amigos que viven en un pueblo del interior y que tenían por vecina a una campesina acostumbrada a cultivar el campo manejando su tractor. Hace pocos días, un sobrino la encontró sentada en el sofá de su casa, muerta, al día siguiente de ser vacunada. Tu comentario, cuando te conté el caso, fue: "no hay evidencia científica de que la causa fuera la vacuna". En efecto, así es si entendemos por evidencia la estricta constatación de una relación causa-efecto, pero si entendemos que la ciencia es también, en gran parte, empírica, la probabilidad de que la causa fuera la vacuna (y no el virus) parece alta. A esta mujer no le han hecho la autopsia, y el suceso no ha salido en la prensa. Imagino por tanto que puede haberse dado otros casos de los que no hay noticia.


Bien; sabemos lo que aconseja la OMS y sabemos que es aceptado por la mayoría de los médicos. Pero existe otra apreciable cantidad de especialistas en virus que opinan que estas vacunas contra el covid no son fiables. Por dos motivos. Primero, porque son muy diferentes de las vacunas hasta ahora conocidas. En este caso, dicen, ni siquiera deberían llamarse vacunas sino tratamiento transgénico, porque trabajan con ARN y podrían afectar a todos los tejidos del organismo. Y, segundo, porque no ha habido tiempo material para experimentar con ellas. En definitiva: aplicando tu misma expresión, no hay evidencia científica de que los efectos secundarios adversos de esas vacunas no vayan a causar, a medio o largo plazo, daños considerables.


Veámoslo de otro modo. Si NO me vacuno, ¿cuál es la probabilidad que tengo de morir por el covid? Trataré de contestar utilizando datos numéricos conocidos. En el periodo comprendido entre el inicio de la epidemia (noviembre, 2019) y el momento en que se empezó a vacunar a la población (febrero 2021) transcurrieron unos 14 meses en que nadie estaba vacunado y en España murieron –según los datos oficiales- unas 80.000 personas. Dando por buenas estas cifras (no tenemos otras) la probabilidad media de morir por covid para un español en estos 14 meses en que nadie estaba vacunado ha sido de 80.000/47.000.000 = 0,017. Un 1,7 por mil. Por cada mil españoles murieron 1,7. Es decir, un 0,17%. Y, por tanto, la probabilidad de sobrevivir al covid, en estos 14 meses sin vacunas, ha sido de 99,83%. De otro modo: considerando el total de la población española, tras 14 meses sin vacunas, el 99,83% seguíamos vivos. 


Reflexionemos ahora. Suponiendo que la pandemia dure –a partir de febrero 2021 en que empezaron las vacunaciones- otros 14 meses, y suponiendo  que la capacidad letal del virus se mantuviera, la probabilidad de sobrevivir si NO me vacuno sería la misma: el 99,83%. Y la de morir, el 0,17%. Esta extrapolación es la única posible si nos basamos en los datos ciertos que tenemos. El objetivo de las vacunas, naturalmente, es aumentar la probabilidad de sobrevivir (99,83%) para acercarla, más aún, al 100%, y reducir por tanto la probabilidad de morir (0,17%) para acercarla, más aún, al 0%.


Muy bien. Una encomiable intención de las vacunas es tratar de que los fallecimientos que se produzcan en los 14 meses contados a partir del inicio de la vacunación (febrero 2021), sea inferior al 0,17% de la población. Pero ¿a cambio de qué? ¿Qué riesgos contraerá el individuo que se vacune? ¿Cuál es –para un individuo determinado- la probabilidad de sufrir efectos secundarios adversos a medio o largo plazo y cuáles serán esos efectos? No tenemos respuesta a estas preguntas porque ni siquiera los científicos las tienen. Y por otra parte, ampliando la visión, ¿qué ocurrirá al conjunto de la población española si se vacuna el 100%? 


Todavía no sabemos cuáles pueden ser los efectos adversos de las vacunas, pero algo es indudable: en caso de existir esos efectos adversos, la probabilidad de padecerlos en mayor o menor grado, para un vacunado, es del 100%. Y, suponiendo que la vacuna se generalice, afectaría al 100% de la población. Es decir, si nos vacunáramos todos, nos enfrentaríamos a una población de 47 millones de personas sometida a unos efectos adversos que hoy desconocemos.


Inquietante perspectiva, pues. Si no me vacuno, tengo una baja probabilidad de morir del 0,17%. Pero, si me vacuno, tengo una alta probabilidad de soportar unos efectos secundarios cuya naturaleza y magnitud son todavía desconocidas. Y no seré el único que sufra esos efectos: en esa misma situación se van a encontrar nada menos que … 47 millones de personas. 


Y no olvidemos que el desconocimiento de los posibles efectos adversos a medio o largo plazo incluye tres aspectos: (1) la naturaleza de estos posibles efectos; (2) la magnitud con que podrían mostrarse, que puede alcanzar a provocar –como le ocurrió a nuestra amiga del pueblo- la muerte; y (3) el porcentaje de población que estará sometida a ese riesgo de forma grave. ¿No crees que son demasiadas incertidumbres para jugar a la lotería con algo de tanta importancia? 


Sólo una actitud creyente -doctores tiene la OMS- puede llevar a aceptar sin rodeos algo cuyos posibles efectos adversos a medio plazo se desconocen. Las así llamadas vacunas servirán seguramente para reducir a corto plazo el número de muertos (disminuyendo todavía más ese 0,17% de la población en 14 meses); pero no existe garantía científica de que los posibles efectos adversos a medio o largo plazo –extensibles en este caso al 100% de la población vacunada- no sean graves. Lo que sí sabemos es que -mucho o poco- afectarán a un amplio sector, incluyendo a todas aquellas personas, atención, que nunca se habrían infectado por el virus y cuyo único pecado fue… vacunarse. 


Gracias por tu interés y, si consideras que mis argumentos no son acertados, te ruego que me lo hagas saber. Será para mí una grata noticia –siempre es bueno que le saquen a uno del error- y correré a vacunarme.


Un abrazo,


C.


PS. Aquí se ha hecho cálculos numéricos aplicados al conjunto de la población española. Las probabilidades de las que se habla corresponden, pues, a valores medios. Estos valores serían diferentes si los aplicáramos a grupos acotados de población con particular situación de riesgo: algunos –como las personas mayores, personal sanitario, etc.- vendrían peor parados, mientras los más  jóvenes gozarían de mejor suerte. 


Comentarios

  1. Elocuente. Nunca he entendido por qué no se han hecho autopsias como medio científico para saber más de las circunstancias de salud concurrente en los fallecidos y, en concreto, de la causa inmediata del respectivo deceso (nexo causal); no digamos de la trascendencia del defecto en los vacunados fallecidos.

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  2. Mi comentario, querido Melitón, puede pecar de subjetivo, pero es imposible sustraerse a la dramática experiencia familiar que vivimos en 2020 y que bien conoces.
    Habría mucho que decir, pero procuraré ser breve:
    La estéril polémica entre provacuna y antivacuna es sumamente perjudicial
    China, la OMS y, en nuestro caso nuestro Gobierno, se han movido entre lo criminal, lo incompetente y la estafa
    Las vacunas no son, ni lo han pretendido ser, eficaces al cien por cien y pueden tener efectos no conocidos, pero han reducido muy significativamente la expansión y letalidad, según los extraordinarios profesionales que nos salvaron.
    Decir que el 98,3 por ciento de los españoles hemos sobrevivido catorce meses sin vacunas es como decir que el 99 por ciento hemos sobrevivido al cancer o a las radiografías con contraste o a las anestesias. El porcentaje que vale es respecto a la población afectada, no al total de habitantes.
    Las estadísticas de muerte inmediata relacionadas con esta vacuna son inferiores a las de las anestesias u otros procedimientos médicos.
    Por supuesto se corren riesgos no conocidos, pero parece que se evitan o reducen otros muy ciertos y conocidos. La medicina es una permanente elección entre ventajas y riesgos de todas las terapias y fármacos. Si lees el prospecto del paracetamol no te tomas ni una pastilla

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  3. Impecable razonamiento del autor de la carta. A partir de ahí solo queda decidir vacunarse o no. Yo me vacuné.

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