Una opinión sobre el conflicto en Ucrania


Hoy voy a limitarme a transcribir la traducción de un texto publicado en el "Centre français de recherches sur le renseignement" por Jacques Baud, antiguo coronel de Estado Mayor, ex miembro de los servicios de información suizos y especialista en los países del Este, sin añadir un solo comentario por mi parte.


"Intentemos buscar las raíces del conflicto. Comienza con aquellos que durante los últimos ocho años han estado hablando de "separatistas" o "independentistas" en Donbass. Esto no es cierto. Los referéndums llevados a cabo por las dos repúblicas autoproclamadas de Donetsk y Lugansk en mayo de 2014, no fueron referéndums de independencia, como han afirmado algunos periodistas sin escrúpulos, sino referéndums de autodeterminación o autonomía. El término "prorruso" sugiere que Rusia formó parte del conflicto, lo cual no es cierto, habiendo sido más honesto usar el término "rusófilo". Además, estos referéndums se llevaron a cabo en contra del consejo de Vladimir Putin.


De hecho, estas repúblicas no pretendían separarse de Ucrania, sino tener un status autónomo que les garantizara el uso del idioma ruso como lengua oficial. El primer acto legislativo del nuevo gobierno resultante del derrocamiento del presidente Yanukóvich fue la abolición de la ley Kivalov-Kolesnichenko de 2012, que hacía del ruso una lengua oficial. Es como si unos golpistas decidieran que el francés y el italiano dejaran de ser lenguas oficiales en Suiza. Esta decisión provocó una tormenta entre la población de habla rusa. El resultado fue una feroz represión contra las regiones de habla rusa (Odessa, Dnepropetrovsk, Járkov, Lugansk y Donetsk) que comenzó en febrero de 2014 y que condujo a una militarización de la situación y a algunas masacres (las más importantes en Odessa y Mariupol).


En 2014, como responsable en la OTAN de la lucha contra la proliferación de armas pequeñas, estuvimos tratando de detectar las entregas de armas rusas a los rebeldes para ver si Moscú está involucrado. La información que recibimos entonces procedió casi en su totalidad de la inteligencia polaca y no encajaba con la procedente de la OSCE: pese a algunas acusaciones bastante burdas, no hubo entregas de armas y equipos militares procedentes de Rusia. Los rebeldes se armaron gracias a las deserciones al bando rebelde de unidades ucranianas de habla rusa. Mientras continuaron los fracasos ucranianos, los batallones de tanques, artillería y antiaéreos engrosaron las filas de los autonomistas. Esto es lo que empujó a los ucranianos a firmar los Acuerdos de Minsk. Pero justo después de firmar los Acuerdos de Minsk 1, el presidente ucraniano Petro Poroshenko lanzó una operación "antiterrorista" masiva contra Donbass. Mal asesorados por los oficiales de la OTAN, los ucranianos sufrieron una aplastante derrota en Debaltsevo que les obligó a firmar los Acuerdos de Minsk 2.


Es esencial recordar aquí que los Acuerdos de Minsk 1 (septiembre de 2014) y Minsk 2 (febrero de 2015), no preveían la separación o independencia de las repúblicas, sino su autonomía en el marco de Ucrania. Los que hayan leído los Acuerdos (muy pocos) notarán que está escrito en su totalidad que el status de las repúblicas debía ser negociado entre Kiev y los representantes de las repúblicas, para una solución interna dentro de Ucrania. Por eso, desde 2014, Rusia ha exigido sistemáticamente su aplicación, al tiempo que se ha negado a participar en las negociaciones, por tratarse de un asunto interno de Ucrania. Por otro lado, Occidente -con Francia a la cabeza— intentó sistemáticamente sustituir los Acuerdos de Minsk por el "formato Normandía", que ponía frente a frente a rusos y ucranianos. Sin embargo, recordemos que nunca hubo tropas rusas en Donbass antes del 23-24 de febrero de 2022. Además, los observadores de la OSCE nunca señalaron el menor rastro de unidades rusas en Donbass.


Para compensar la falta de soldados, el gobierno ucraniano recurrió a milicias paramilitares formadas principalmente por mercenarios extranjeros, a menudo militantes de extrema derecha. En 2020, constituían alrededor del 40 por ciento de las fuerzas ucranianas y contaban con unos 102.000 hombres. Estaban armados, financiados y entrenados por Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá y Francia.


Así, los países occidentales han creado y apoyado claramente a las milicias ucranianas de extrema derecha. En octubre de 2021, el "Jerusalem Post" dio la voz de alarma al denunciar el proyecto Centuria, cuyas milicias llevaban operando en Donbass desde 2014 con el apoyo de Occidente. Aunque se pueda discutir el término "nazi", el hecho es que estas milicias son violentas, transmiten una ideología nauseabunda y son virulentamente antisemitas. El calificativo de "nazi" o "neonazi" dado a los paramilitares ucranianos se considera propaganda rusa, pero esta no es la opinión del Times of Israel, del Centro Simon Wiesenthal o del Centro de Antiterrorismo de la Academia de West Point y sigue siendo cuestionable, porque en 2014 la revista Newsweek parecía asociarlos más con ... el Estado Islámico (!).


Así, Occidente apoya y sigue armando a las milicias que son culpables de numerosos crímenes contra la población civil desde 2014: violaciones, torturas y masacres.


El 24 de marzo de 2021, Volodymyr Zelensky emitió un decreto para la reconquista de Crimea y comenzó a desplegar sus fuerzas en el Sur del país. Al mismo tiempo, se llevaron a cabo varios ejercicios de la OTAN entre el Mar Negro y el Mar Báltico, acompañados de un aumento significativo de los vuelos de reconocimiento a lo largo de la frontera rusa. En violación de los Acuerdos de Minsk, Ucrania llevó a cabo operaciones aéreas en Donbass utilizando drones, incluyendo al menos un ataque contra un depósito de combustible en Donetsk en octubre de 2021. La prensa estadounidense lo señaló, pero no la europea, y nadie condenó estas violaciones.


El 17 de febrero, Joe Biden anunció que Rusia atacaría Ucrania en los próximos días. ¿Cómo lo sabía? Desde el día 16, los bombardeos de artillería sobre las poblaciones de Donbass aumentaron de forma espectacular. Naturalmente, ni los medios de comunicación, ni la Unión Europea, ni la OTAN, ni ningún gobierno occidental reaccionaron ni intervinieron. Más tarde se dirá que se trató de desinformación rusa. De hecho, parece que la UE y algunos países han mantenido deliberadamente en secreto la masacre de la población de Donbass, a sabiendas de que provocaría la intervención rusa.


De hecho, ya el 16 de febrero Biden sabía que los ucranianos habían empezado a bombardear a la población civil de Donbass, lo que ponía a Vladimir Putin ante una difícil elección: ayudar militarmente a Donbass y crear un problema internacional o quedarse de brazos cruzados y ver cómo se aplastaba a la población rusófona de Donbass. Los bombardeos de la artillería ucraniana sobre la población de Donbass continuaron y el 23 de febrero las dos repúblicas solicitaron ayuda militar rusa. El 24 de febrero, Vladimir Putin invocó el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, que prevé la asistencia militar mutua en el marco de una alianza defensiva.


Desde el punto de vista operativo, la ofensiva rusa fue un ejemplo en su género: en seis días, los rusos tomaron un territorio tan grande como el Reino Unido.


Para un atacante en una zona urbanizada, los civiles son un problema. Por ello, Rusia pretende crear corredores humanitarios para vaciar las ciudades de civiles y dejar sólo a las milicias para que luchen más fácilmente. A la inversa, estas milicias tratan de mantener a los civiles en las ciudades para disuadir al ejército ruso de entrar en combate. Por eso se resisten a poner en marcha estos corredores y hacen todo lo posible para que los esfuerzos rusos sean inútiles porque quieren utilizar a la población civil como "escudos humanos". Los vídeos que muestran a los civiles que intentan salir de Mariupol y son golpeados por los combatientes del regimiento Azov son cuidadosamente censurados en el país.


En su resumen de la situación del 7 de marzo de 2022, la misión rusa de la ONU en Nueva York afirmó que "los residentes informan de que las fuerzas armadas ucranianas han expulsado al personal del hospital de partos número 1 de la ciudad de Mariupol y han establecido un puesto de tiro dentro de las instalaciones". El 8 de marzo, el medio de comunicación independiente ruso Lenta.ru publicó el testimonio de civiles de Mariupol que afirmaban que el hospital de maternidad había sido tomado por las milicias del regimiento Azov y que éstas habían expulsado a los ocupantes civiles a punta de pistola. Confirmaron así las declaraciones del embajador ruso unas horas antes.


Como ex profesional de la inteligencia, lo primero que me llama la atención es la ausencia total de los servicios de inteligencia occidentales en la representación de la situación durante el último año. En Suiza, los servicios han sido criticados por no haber proporcionado una imagen correcta. De hecho, parece que, en todo el mundo occidental, los servicios se han visto desbordados por los políticos. El problema es que son los políticos los que deciden: el mejor servicio de inteligencia del mundo no sirve de nada si el que toma las decisiones no escucha. Eso es lo que ha ocurrido en esta crisis.


Los dramáticos acontecimientos a los que asistimos hoy tienen causas que conocíamos, pero que nos negamos a ver en su día:


- Estratégicamente, la expansión de la OTAN;


- Políticamente, la negativa occidental a aplicar los Acuerdos de Minsk


- Operacionalmente, los continuos y repetidos ataques contra las poblaciones civiles de Donbass durante los últimos años y el dramático aumento a finales de febrero de 2022.


En otras palabras, podemos naturalmente deplorar y condenar el ataque ruso. Pero NOSOTROS (es decir, EE.UU., Francia y la UE a la cabeza) hemos creado las condiciones para que estalle un conflicto. Mostramos compasión por el pueblo ucraniano y sus dos millones de refugiados. Eso está bien. Pero si hubiéramos tenido un mínimo de compasión por el mismo número de refugiados de las poblaciones ucranianas de Donbass masacradas por su propio Gobierno y acumuladas en Rusia durante ocho años, probablemente nada de esto habría ocurrido.


Este conflicto nos ha llevado a la histeria. Las sanciones parecen haberse convertido en la herramienta preferida de nuestra política exterior. Si hubiéramos insistido en que Ucrania cumpliera los Acuerdos de Minsk, que habíamos negociado y respaldado, nada de esto habría ocurrido. La condena de Vladimir Putin es también la nuestra. No tiene sentido quejarse después: deberíamos haber actuado antes, pero ni Emmanuel Macron, ni Olaf Scholz, ni Volodymyr Zelensky han respetado sus compromisos. Al final, la verdadera derrota es la de los que no tienen palabra.


La Unión Europea ha sido incapaz de promover la aplicación de los acuerdos de Minsk; al contrario, no reaccionó cuando Ucrania bombardeaba a su propia población en Donbass. Si la UE hubiera reaccionado, Vladimir Putin no habría necesitado reaccionar. Ausente de la fase diplomática, la UE se distinguió por alimentar el conflicto. El 27 de febrero, el gobierno ucraniano aceptó iniciar negociaciones con Rusia, pero unas horas después la Unión Europea votó un presupuesto de 450 millones de euros para suministrar armas a Ucrania, echando más leña al fuego. A partir de ahí, los ucranianos creyeron que no necesitarían llegar a un acuerdo.


En Ucrania, con el beneplácito de los países occidentales, se elimina a los partidarios de una negociación. Es el caso de Denis Kireyev, asesinado el 5 de marzo por el servicio secreto ucraniano (SBU) por ser favorable a Rusia y ser considerado un traidor. La misma suerte corrió Dmitry Demyanenko, que fue asesinado el 10 de marzo por ser demasiado favorable a un acuerdo con Rusia: le disparó la milicia Mirotvorets ("Pacificadora"). Esta milicia está asociada a la página web Mirotvorets, que elabora una lista de los "enemigos de Ucrania", con sus datos personales, direcciones y números de teléfono, para poder acosarlos o incluso eliminarlos; una práctica que está penada en muchos países, pero no en Ucrania. La ONU y algunos países europeos exigieron su cierre, pero la Rada se negó".

Comentarios

  1. De enorme interés y una prueba clara de la habitual desinformación y la visión visceral de una guerra que puede poner a Europa a buscar alternativas tan peligrosas como la exigida al presidente llamado Sánchez que nos ha puesto a los pies de los caballos. Muy acertado tu artículo Melitón, que nos abre los ojos hacia un horizonte cada adía más claro y peligroso.

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  2. Donde dice Donestk y Lungansk póngase Cataluña y País Vasco

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  3. Esta imagen victimizada de Putin no me casa mucho ni con su pasado en el KGB, ni con su ideología comunista? que está provocando no ya la matanza de civiles en Ucrania, sino la pérdida de libertad del pueblo ruso, si es que alguna vez la tuvo. Solo un apunte, los ucranianos no serán de extrema derecha igual que los camioneros, agricultores, ganaderos.... y todos aquellos españoles que se manifiestan contra el régimen del psicópata de la Moncloa,.

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  4. Vivimos en la ceremonia de la confusión y cada día entiendo menos los designios de estos dirigentes, unos y otros

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  5. Impresionante y esclarecedor relato de los motivos del conflicto que nos afecta. Lo sabíamos, sabíamos que al menos 14.000 rusófilos habían muerto desde 2014, pero no pareció importarles a los apesebrados medios occidentales...y a base de mentiras, medias verdades y desinformación hemos llegado hasta aquí. y seguiremos comulgando con ruedas de molino. No aprendemos. Da la impresión que el relato ruso no ha sido regado con el abundante maná monetario y ha sido vetado. A semejanza de lo que ocurre en nuestro terruño, lo que nos llega es lo que interesa a quien paga. Así nos va.. Muchas gracias D. Melitón.

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