Islamistas y buenistas (7)


Karen Jespersen y Ralf Pittelkow (*)


Traducción del danés de Melitón Cardona


Los islamistas y el conflicto de las caricaturas de Mahoma


Los islamistas vieron en el conflicto de las caricaturas de Mahoma la posibilidad de unir a la umma más allá de las fronteras y perfilarse como los auténticos representantes del islam en el mundo musulmán y reforzar su posición en Europa. Al mismo tiempo, una serie de gobiernos musulmanes sometidos a presión por los islamistas lo utilizaron para mostrar a sus poblaciones que exigen respeto al islam y están dispuestos a luchar por él en Occidente.


Sin embargo, tomó algún tiempo antes de que el caso se convirtiera en cuestión de principios de alcance global. De hecho, algunos de los imanes de Dinamarca en primera instancia consideraron que los dibujos del Jyllands Posten debían ignorarse. Poco después de su publicación, fueron reproducidos en un periódico egipcio sin que provocaran una gran conmoción, aunque luego se descarrilaron las cosas.


En primera instancia, la agitación fue obra de imanes establecidos en Dinamarca, que organizaron protestas en el país y presionaron a los embajadores musulmanes en Copenhague para que sus gobiernos intervinieran. Más adelante, fueron también esos imanes los que contribuyeron decisivamente a la magnificación del conflicto. Enviaron delegaciones a distintos países de Oriente Medio con los dibujos del Jyllands Posten y otros más bastos que nada tenían que ver con los anteriores. A través de tales dibujos y diversas declaraciones, los imanes dieron una impresión de Dinamarca totalmente distorsionada que contribuyó a acentuar el clima de hostilidad en los países musulmanes.


Después, un par de imanes echaron leña al fuego propagando el rumor de que unos racistas daneses se proponían quemar el Corán. Esa fue su contribución a la excitación ya en marcha que culminó con boicots a los productos daneses, quema de banderas y ataques a las representaciones diplomáticas. Los imanes daneses carecían, sin embargo, de peso específico para provocar una crisis de dimensión internacional; desde un principio recibieron apoyo de una serie de gobiernos islámicos, con el egipcio a la cabeza.


El gobierno egipcio se enfrentaba a elecciones parlamentarias que parecía iban a proporcionar un gran avance a los islamistas de los Hermanos Musulmanes, por lo que le convenía acentuar su perfil haciendo suyas las premisas de los islamistas. Por las mismas razones, se mostraba inquieto ante la posibilidad de que el conflicto terminara amigablemente, lo que fue revelado por la embajadora egipcia a un periódico saudí, al expresar su alegría por el hecho de que el Primer Ministro Anders Fogh Rasmussen no se hubiera disculpado por las viñetas de Mahoma ya que, en caso contrario, hubiera que haber dado el conflicto por zanjado.


A partir de entonces, Arabia saudí -cuya Casa real también se encuentra bajo presión de fuerzas islamistas extremas- jugó un papel central en el desarrollo de los acontecimientos. El boicot a los productos daneses tuvo allí su centro de gravedad y en una dictadura tan asfixiante como aquella los boicots no son producto de reacciones populares espontáneas. Las autoridades religiosas bajo control del Estado desempeñaron un papel decisivo, pero sin la aquiescencia del régimen no se hubiera llevado a cabo el boicot. Otros países musulmanes como Siria, Pakistán e Irán se dejaron implicar en la lucha contra las caricaturas y contra el Gobierno danés.


Las dos grandes organizaciones internacionales islámicas también se implicaron enseguida: la Organización de la Conferencia Islámica, de alcance mundial, y la Liga Árabe, que vieron que podrían utilizar el asunto para ganar una significación y respeto de los que estaban muy necesitadas. Como asunto transnacional susceptible de unir a la comunidad musulmana, la umma, el tema de las caricaturas se prestaba sus propósitos.


No sólo los gobiernos, sino también los islamistas en el mundo musulmán se implicaron fuertemente en el conflicto y forzaron su escalada. No sólo se trató de los movimientos políticos islamistas y de sus líderes espirituales -entre ellos el más significado, el jeque Yusuf al-Qadarawi, que forzó las cosas cuando apeló a que el 2 de febrero de 2006 fuera declarado "el día de la ira".


El asunto de las caricaturas adquirió caracteres dramáticos, pero no porque fuera tremendo en sí mismo ni desde los parámetros musulmanes ni desde los occidentales. Los adquirió porque se prestaba a ello. Los imanes daneses podían utilizarlo y determinados gobiernos islámicos, también, pero sobre todo podían hacerlo los islamistas en Oriente Medio y Asia porque se trataba de un tema susceptible de generar un estado de ánimo e insuflar vitalidad y unión a la umma, algo que podía utilizarse en una ofensiva contra Occidente.


El tema ofrecía, además, la ventaja de proceder de un país pequeño como Dinamarca. Como dijo el gran muftí de Jerusalén: "Dinamarca es una víctima fácil, un país que carece de importancia para los países árabes; por eso a nadie le preocupa que prosigan las protestas".


Se trataba pues de un caso que iba viento en popa, desde la perspectiva islámica. Otro gallo hubiera cantado si Dinamarca hubiera contado con el apoyo resuelto y consecuente de la Unión Europea y de los Estados Unidos, lo que no fue el caso. Al principio, la principal preocupación de los Estados Unidos fue la de evitar que el caso dañara su relación con los países musulmanes; con este propósito táctico, se formuló una crítica oficial bastante inconsecuente de las caricaturas de Mahoma, que luego mejoró con el apoyo norteamericano a Dinamarca.


La Unión Europea reaccionó mostrando debilidad y fisuras. Muchos de los países miembros, con Gran Bretaña y el coordinador de la política exterior, Javier Solana, a la cabeza estaban dispuestos a ceder de manera chocante a la presión islamista, lo que fue impedido por otros países con Holanda al frente.


Los buenistas de la Unión Europea y sus equivalentes daneses estaban tan ciegos como Biedermann ante el significado del caso de las caricaturas, sin percatarse de que se trataba de un acontecimiento que marcaba un hito en el contexto europeo.


(Continuará).


(*) Matrimonio de políticos daneses de filiación socialdemócrata.

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