Islamistas y buenistas (9)

Karen Jespersen y Ralf Pittelkow (*)


Traducción del danés de Melitón Cardona


Un acontecimiento histórico que hizo época


Investigadores del islam como Gilles Kepel o Bernard Lewis perciben lo anterior como un acontecimiento histórico digno de mención: el islam divide al mundo, fundamentalmente, en dos partes: Dar el Islam, o la Casa del Islam, en la que rige el islam y Dar al-Harb o Casa de la Guerra, que no está sometida al islam. En esta cosmovisión, el derecho islámico se circunscribe a los países musulmanes y no es aplicable a Dar el-Harb o "Casa de la Guerra".


Gilles Kepel ha señalado que esa situación se alteró con la condena a muerte del Ayatolla Jomeini contra Salman Rushdie ya que su fatwa estaba dirigida contra un ciudadano británico afincado en Inglaterra, por una acción (un libro) también llevada a cabo en ese país. Jomeini adoptó con ello un nuevo principio que indicó claramente que el islam es una ideología cuya final es ampliar su dominio, una ideología expansiva: a partir de entonces había que aplicar derecho islámico también en Europa.


El caso Rushdie tenía conexión con el mundo musulmán porque el propio autor había sido musulmán, con lo que podría describírsele como apóstata, pero esta conexión no se daba en el caso de las caricaturas, en el que se trataba pura y llanamente de tratar de obligar a un país europeo a doblegarse al derecho islámico y a su interpretación de la blasfemia, con lo que los daneses debían ser castigados si no aceptaban tal estado de cosas.


Bernard Lewis ha señalado que siempre han existido caricaturas de Mahoma en Europa, incluso más picantes que las del Jyllands Posten, sin que hayan provocado revuelo en el mundo musulmán, precisamente porque sólo se consideraban punibles en los países musulmanes. El caso danés implica un cambio y Lewis concluye: "Sólo hay una explicación: consideran que Europa es parte del mundo musulmán, Dar al-Islam".


La observación de Lewis de que el conflicto de las caricaturas introdujo un cambio histórico ha sido plenamente corroborada por dos imanes daneses, Fatih Alev y Abdul Wahid Pedersen. Poco antes de que estallara el conflicto de los dibujos, comentaron el caso de la escritora Kåren Bluitgen, quien no encontraba dibujantes dispuestos a reproducir la figura de Mahoma por temor a la reacción de los musulmanes. Entonces, el imán Alev concluyó tranquilizadoramente que la prohibición de dibujar al Profeta sólo estaba vigente para los musulmanes.


"Se trata de una regla que atañe a los musulmanes; quienes no lo son pueden actuar cómo les parezca, de la misma manera que yo no puedo sentirme ultrajado por el hecho de que un no musulmán beba alcohol, como carne de cerdo o tenga relaciones sexuales extramatrimoniales" (el subrayado es nuestro).


El imán Abdul Wahid Pedersen señaló igualmente que los dibujantes no islámicos no están sometidos a las prescripciones islámicas "Por el hecho de que los musulmanes no puedan, nosotros no podemos imponerles una prohibición" (el subrayado es nuestro).


Fatih Alev y Abdul Wahid Pedersen expresaron sin género de dudas la tradicional concepción musulmana a la que se remite Bernard Lewis: el derecho islámico está reservado a los musulmanes y a su mundo, sin que pueda exigirse su cumplimiento a otros. Islamistas y gobiernos islámicos trataron de utilizar el caso de las caricaturas para cambiar este principio islámico fundamental, en una prolongación de lo que ya había hecho el ayatollah Jomeini.


Lo anterior convierte el caso de las caricaturas en un acontecimiento histórico que marcó una época y demuestra que los islamistas tratan de islamizar progresivamente a la sociedad europea en sintonía con los cambios en la composición de su población.


Se trata de una historia diferente de la que los buenistas daneses percibieron en el conflicto de las caricaturas, pues, según ellos, se trataba de "mostrar respeto por los sentimientos religiosos", cuando para los islamistas el conflicto nada tenía que ver con el respeto a los sentimientos religiosos: la mayor parte del mundo musulmán se caracteriza por cualquier cosa menos por el respeto a las demás religiones y por los sentimientos religiosos de quienes las practican y los islamistas son los peores en este sentido. Lo que los islamistas exigieron y exigen es que se cumpla el islam en su versión y eso no sólo implica que se conceda a los musulmanes el derecho a practicar su religión en Dinamarca, sino también que la gente se acomode a lo que en derecho islámico se define como ofensa o blasfemia, con independencia de que ello vaya contra una tradición de libertad de expresión que es fundamento de la sociedad danesa.


Los islamistas no ocultan sus intenciones en relación con Europa.


En primer lugar, trabajan para que los inmigrantes musulmanes puedan establecer en la mayor medida posible sociedades paralelas en las que regular sus relaciones internas de conformidad con la sharíah. Así se conforma una "Constitución" común a los musulmanes de Europa para que funcione al margen de las legislaciones nacionales. Este empeño se lleva a cabo en el seno del Consejo Europeo para la Fatwa y la Investigación, dirigido por la principal figura espiritual del islamismo, el jeque Yusuf al-Karadawi. La fuerza motriz de los trabajos de la Constitución es el conocido Tira Ramadán, un islamista especialmente dotado para el doble lenguaje.


En segundo lugar, los islamistas trabajan para que la sociedad europea y su legislación común tome cada vez más en cuenta la visión de los musulmanes ortodoxos, de manera que se produzca una adecuación a la sharíah. El conflicto de las caricaturas fue utilizado con este propósito en la cuestión central sobre libertad de expresión y blasfemia.


El caso se enmarca en una perspectiva de más alcance que los islamistas ven para una Europa en la que la parte musulmana de la población crece vigorosamente. Consideran su tarea como de conquista. El jeque Yusuf al-Karadawi dice que "el islam volverá a Europa como conquistador y victorioso tras haber sido expulsado dos veces". (Karadawi se refiere a la pérdida de los enclaves musulmanes europeos, como por ejemplo España).


En estas nociones es decisivo el concepto de dhimmi, que alude al status que cristianos y judíos han ostentado tradicionalmente en los territorios islámicos, con derecho a practicar su religión y a arreglar sus asuntos internos, todo ello relacionado con un status de inferioridad social y jurídica y con la obligación de pagar un impuesto especial a cambio de la protección de los gobernantes musulmanes. Ese contrato de protección se denomina dhimma y los no musulmanes que a él se acogen dhimmi.


Bernard Lewis considera el caso de las caricaturas de Mahoma como un paso hacia el objetivo de convertir en dhimmis a los europeos: "los daneses se han convertido en dhimmis para ellos. Históricamente, las poblaciones dhimmi fueron mayoritarias en un principio para convertirse gradualmente en minoritarias. Como hoy en Europa".


Los islamistas no consiguieron colmar sus exigencias en la crisis de las caricaturas; no hubo excusas por parte de los dibujantes ni garantías de que no se repetiría el hecho; nadie fue castigado, no se les dio control de los libros de texto ni de las emisiones de televisión. Sobre todo, no se consiguió forzar resoluciones de Naciones Unidas ni de la Unión Europea inspiradas en la interpretación islamista de la libertad de expresión y de la blasfemia que hubieran puesto fuera de la ley un caso como el de los dibujos de Mahoma.


Aún así, el conflicto constituyó un cierto éxito de los islamistas. Los imanes daneses islamistas se mostraron satisfechos. El jeque radical Raed Hlayhel, uno de los más combativos en el transcurso del drama, lo expresó en una plegaria del viernes a finales de marzo de 2006, enlazando el conflicto con la primera época de Mahoma en Medina, donde empezó a establecer su poder.


El conflicto de las caricaturas funcionó para los islamistas como una demostración de fuerza y vieron que funcionaba. Pudieron ver a políticos y formadores de opinión europeos, entre ellos los buenistas daneses, reaccionar con vacilación y actitudes de cesión, frotándose las manos con sentimientos de culpabilidad y lo que vieron les llenó de satisfacción. Fue una experiencia que les hizo sentir el olor a sangre premonitorio de nuevos avances en Europa.


(Continuará).


(*) Matrimonio de políticos daneses de filiación socialdemócrata.

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