III. Las ideas sobre la Justicia en Don Quijote (fin)

Gonzalo Quintero Olivares


También son interesantes las advertencias sobre los peligros de la corrupción, que puede venir provocada por influencias muy diferentes. Aconseja Don Quijote: “Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico, por entre los sollozos e importunidades del pobre”. De eso tomará buena nota Sancho, cuando escucha la petición del labriego de Miguelturra, Ciudad Real, que le pide una carta de recomendación para convencer a su consuegro de que acuerde  la boda de su fea hija con el hijo del labrador, mozo que es descrito por el padre como un enfermo mental, y de paso le pide a Sancho que le de trescientas o seiscientas monedas para dotar al muchacho y para que los novios puedan instalar su casa, sin soportar a los suegros. Sancho aprecia tanta desvergüenza en las abusivas peticiones del supuesto pobre labriego que lo expulsa sin contemplaciones amenazándole con abrirle la cabeza con una silla.

Espacio propio tiene también la equidad, que es recomendada por Don Quijote no como principio que pueda sustituir a la ley, sino como criterio para interpretar la ley cuando ésta deje espacio para ello. Y así dice a Sancho: “… Cuando pudiere y debiere tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al delincuente; que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo ...”. El significado de la equidad para los juristas del siglo XVI y XVII era el de principio general del derecho que se oponía al rigor de la ley. Pero Don Quijote recomienda el uso de la equidad solo cuando la ley lo permita, por lo tanto la concibe como un principio rector de la interpretación y para la solución de dudas.

        Don Quijote admite la posibilidad de que en algún momento Sancho pueda decidirse a quebrar la ley y resolver en contra de ella. Lo único que le recomienda Don Quijote es que si eso hace no sea por cohecho, sino por piedad: “Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia”. Es claro, de cualquier modo, que Don Quijote persona la prevaricación “misericordiosa”, pues alude a doblar la vara de la justicia. No se le ocurre sugerir que “perdone”, pues esa facultad está reservada al único que detenta el ius puniendi, que es el Rey. Tampoco dice nada de si ese hecho habrá de generarle responsabilidad; pero en el modo en que se formula el consejo Don Quijote deja claro que esa sería una acción injusta (prevaricar) que puede ser atenuada por obedecer a la piedad, pero jamás si la causa fuera la corrupción, la “dádiva”, palabra que traspasará el tiempo y llegará a la vigente definición de cohecho.  

Pero en cambio no admite Don Quijote que la causa de que se doble la vara de la justicia pueda ser el encanto femenino. Dice a Sancho: “… Si alguna mujer hermosa viniere a pedirte justicia, quita los ojos de sus lágrimas y tus oídos de sus gemidos, y considera despacio la sustancia de lo que pide, si no quieres que se anegue tu razón en su llanto y tu bondad en sus suspiros ...”

Especialmente interesante es la invocación de la necesidad de respetar la dignidad del reo, máxime en una época en la que lo normal era que la ejecución de las penas fuera acompañada de la pública infamia, cuando no fuese ésta directamente la pena a imponer. Por el contrario, Don Quijote entiende que la condición humana, del mismo modo que en otros momentos de la obra la proclama insusceptible de soportar los grilletes o los trabajos forzados de galeote, obliga también a vetar la humillación y la ofensa. Dice don Quijote:  “… Al que has de castigar con obras, no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio, sin la añadidura de las malas razones ...”. Desgraciadamente la reflexión del Ingenioso Hidalgo quedaba en eso, pues las penas acompañadas de la deshonra pública, penas infamantes, como, por ejemplo, exhibir desnudos a los condenados o pasearlos por las calles en asnos o en carretas, con hopas de colores, para que pudieran ser libremente insultados o ultrajados, llegarían hasta el siglo XIX.

   Lo que para nosotros sería la incompatibilidad para juzgar y causa de un deber abstención del juez aparecerá también en los consejos: “… Cuando te sucediere juzgar algún pleito de algún enemigo tuyo, aparta las mientes de tu injuria, y ponlas en la verdad del caso ...”. De modo similar aparece el problema del interés propio en el caso que se juzga, que Don Quijote califica como “pasión propia”, que tanto puede aludir a la parcialidad como al interés, pues el consejo es ambivalente: “… no te ciegue la pasión propia en la causa ajena; que los yerros que en ella hicieres, las más veces serán sin remedio, y si le tuviere, será a costa de tu crédito y aún de tu hacienda ...”

    Terminan así los consejos y Sancho marcha a su gobierno entre la cruel burla de todos los cortesanos del Duque, satisfechos por haber descubierto el bonito juego de reírse del idealismo y de la honradez. La pregunta que Cervantes nos dejó para que cada uno le busque la respuesta que mejor crea es si acaso el Duque y su corte no son una metáfora de los poderosos y de las masas, y los dos personajes inmortales son a su vez la imagen del destino que aguarda a la virtud. Pero creo que la respuesta ha de ser negativa, y creo también que la visión amarga del episodio es posible, pero sin olvidar que lo que quedó escrito del Quijote fueron sus virtudes, mientras que los vicios de los demás perecen con la hojarasca del tiempo.

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