La bebida y el sintagma
La falta de confianza en los trabajadores aumenta la burocracia y proyecta sobre ellos una sensación reiterada de que son culpables. Lo dice Remedios Zafra, la ensayista crítica con las múltiples amenazas de abuso laboral. Las relaciones entre humanos y trabajo, algoritmo, máquina, datos, precariedad, cultura, enfermedad y capitalismo son algunos de los ejes de atención de su obra ensayística. Reivindica el cuidado, el cuidado del tiempo, el cuidado del cuerpo. El cuidado del trabajo creativo. Es científica titular en el Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Su materia de ensayo, exactamente, es el presente. Y en ese conflicto apoya su escritura, su obra. Publica "El informe. Trabajo intelectual y tristeza burocrática" (Anagrama). Y despliega, una vez más, su clarividencia crítica, su apetito de rebeldía, su normativa de desacuerdos. Una enfermedad rara, síndrome de Alport, le resta sucesivamente visión, audición y somete su cuerpo a limitaciones mayores, pero no logra rebajar su desobediencia, su desafío.
"Cuando llaman a la puerta, junto mis muñecas y cierro las manos para que puedan esposarme con facilidad. Doy por hecho que soy culpable de 'algo'". Son las primeras líneas de su 'El informe'. ¿Quién la convierte en culpable?
Es la falta de confianza en los trabajadores la que aumenta la burocracia y proyecta sobre ellos la sensación reiterada de que son culpables de algo, o de todo.
Nadie pensaría que un informe o una aplicación pueden dañarnos, pero hemos visto a personas llegar al llanto por no saber o a personas bloqueadas en el laberinto administrativo, dedicadas a cumplimentar datos para competir la mayor parte de su vida adulta.
No sé si las patatas a la importancia influyen en la resonancia magnética de los coleópteros o si la indiferencia de los mamíferos resuena decididamente en los sintagmas cucurbitáceos pero debo confesar que mis concomitancias no aligeran los pesares de mis vientos estelares. Si los patos equidistan, se confunden los geranios y en las velas cuelan moscas encarnadas y tremendas ensaladas alimentan las manadas confiscadas de las inmensas llanuras temperadas siempre aladas con culetes salmonetes y tremendas ilusiones concordando confusiones y físicas contorsiones en un juego descarnado de lúcidos tropeles. Tropeles y más tropeles.
Dos y dos son dos y la indiferencia no cuadra pero la resonancia sigue impertérrita pese a la resistencia terca de los bazares incomprensibles y la firme firmeza de los mercaderes. Hay cálculos inconmensurables y centeno a granel, trofeos trópicos y sintagmas indescifrables como los vientos alisios que no saben donde van. Cual conejos que no acaban de saber adónde van.
Ole, ole, ole, ole, ole, ole y ole ya.
Ya
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