Que viva Cuca Gamarra y que triunfe la Razón.


Quiero creer que es posible un mínimo de racionalidad pero está Cuca Gamarra y uno ya no sabe qué pensar en un país de gabarros y gabarrás, barraganas y bananas y si añado palanganas a solos y sargantanas se levantarán mañanas y buenas mañas y me iré a cantar al mar o recogeré cerezas si no me entra la pereza de los grillos o la desidia del ciervo que luce su cornamenta en la mitad del solar descomunal. 


Textos enmendados aprobados en París el 15 de noviembre de 2022 del Anexo II, Norma Internacional para autorizaciones de uso terapéutico, de la Convención Internacional contra el dopaje en el deporte, hecha en París el 18 de noviembre de 2005. Cuca Gamarra, la Convención de Viena, televisión Hispaniola, alimentación malsana, desafección y coraje, triunfo del bien o del mal, no da igual, es cosa de no ser tal, es que ya todo da igual, es que si llueve va mal o si la desdicha se deshace en copos que es probable que Cuca Gamarra se dedique a desglosar o que no conduce bien quien quiere sino quien quisiera quisquilloso con inquina alardear de no saber quién fue Cuca Gamarra en un mundo de aflicción en el que patos airosos no se atreven a despegar del cenagal. O si floripondios grises apuntan al sol y al mar se traicionan sentimientos de gran porte y distinción al alcance de los cultivadores de geranios incandescentes que Cuca Gamarra va clasificando en anaqueles multicolores de gran diversidad para regocijo de indocumentadas y animadversión de sobrinos desagradecidos y pintores enanos que dibujan esmerados bocetos de matices inapreciables pero valiosísimos que tal vez Cuca Gamarra atesore en cámaras remotas de inmaculado valor y prístina prevalencia. Hay enmiendas innumerables a los guisos insondables que atiborran las cocinas prístinas de matices almibarados y resonancias magníficentes susceptibles de impresionar a Cuca Gamarra en sus horas de desaliento menos aconsejables. No voy a seguir desistiendo de razonar ponderadamente que las peras no son higos ni las ovejas son tejas ni cornejas ni yo sé ni donde estoy hoy, día del presentimiento, al socaire de los rodaballos engalanados y las alcaparras almibarales y los floripondios abismales en ristras de tomátigues de ramallet y piedrecitas encarnadas o sí o no me digas que no entiendes cosas que Cuca Gamarra comprende sin mayor dificultad. No debería explayarme pero ya que he comenzado no voy a dejarlo aquí cuando puedo no dejarlo y seguir y proseguir con la tabarra y las ganas de vivir. O no seguir y dejarlo a las puertas de Madrid camino de La Coruña en taxis de amplio perfil que aceleran en las curvas y se ponen de perfil al pasar por Salamanca y tratar de rehuir caminos de trashumancia y legajos de alguacil. El poeta francoitaliano rehusó entrevistarse con Cuca Gamarra en el umbral de la portería de los recuerdos alcanforados y el bien y la sal y los inquilinos se apresuran a remar en dirección a Palencia en taxis de gran cilindrada y amplios parabrisas grises que permiten vislumbrar ardillas despampanantes y campanarios gigantes. 


Por eso sé que todo lo que crece merece la gloria de la fecundidad y el sacrificio de gigantescas palomas engrandece a los humildes y humilla a los pontífices obligándolos a arrodillarse con las manos en la nuca y un pito en la oreja derecha según se va a Portugal. No será Cuca Gamarra la que me haga desistir de celebrar cumbres de muy buen nivel ni almuerzos de carnaval ni serenatas, sonatas y sin grandes alharacas me pienso retirar a reflexionar doblegando el espinazo en un gesto de humildad. Toma y daca, laca y traca, calamar, ojos, rastrojos, forofos y demás ya me cansaré sin más. 


No me sé cuentas ni puertas ni me alegro al caminar en los puertos de ultramar contando unas narraciones que no quiero recordar para no evocar nostalgias que preferiré evitar y limitarme a detallar los matices de las tonalidades finísimas del añil invernal y el trópico pintiparado estrábico y final. No es obsesión con Gamarra, es ya pasión desbocada, es un tremendo aluvión, pedruscos inesperados inexactos, leales servidores impenitentes. Hay que ser consecuente y prudente y muy  veraz para no traicionar sagrados principios que juraron defenderse hace milenios en páramos que olvidaron los seguidores del Plan renunciando a sus derechos en aras de un bien final. Cuando no hay coherencia se ausenta la malicia y la huída a La Coruña del poeta francoitaliano se hace imprescindible. Por eso debo confesar que es bueno ser algo napolitano y rezar en castellano, no creo decirlo en vano y lo afirmo con la firma en la palma de mi mano por la gloria de mi hermano que detesta los garbanzos pero adora a los enanos y se entremezcla con indianos íntimamente relacionados con síndicos americanos patrocinados por Cuca Gamarra y su fundación para la Regeneración Celular Omnipresente que financian filántropos filipinos admirables y tenaces. ¡Sálvese la Dogaresa y que triunfe el Escorial por los siglos de los siglos hasta el Juicio Venial! Es tradición de Cardonas tocar los lunes trombón, es inveterada costumbre que no seré yo quien rompa por una vana ambición. Muerte a la envidia y gloria a la ensaimada y oprobio a las gran traición. Que viva Cuca Gamarra y que triunfe la Razón. Soy Melitón Melitón. 

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