Algunas propuestas de solución a la crisis


Melitón Cardona (*)


La cosa está tan mal que el difunto Profesor Franz de Copenhague, incapaz de contribuir a la salvación de nuestro país con sus maravillosos inventos del TBO, me ha instado oníricamente la pasada noche a tratar de reemplazarle. Ahí es nada. ¡Con la que está cayendo! Pero uno es osado y no se amilana ante los grandes retos, por magníficos que sean, de manera que, tras mucha reflexión y horas robadas al sueño, al ocio confesable y a la internet, creo estar en condiciones de aportar algunas ideas “ad maiorem Hispaniae gloriam” que -para beneficio de licenciados y doctores de nuevo cuño-, significa "para mayor gloria de España".


En primer lugar, propongo que eliminemos de una vez por todas los vestigios franquistas y prefranquistas que nos quedan: tal empeño nos incrementará el PIB en un 0,0001 por ciento, pero -de nuevo para licenciados y doctores de nuevo cuño, víctimas de un bachiller igualitario pero deficiente, un diez mil por ciento (¡)- estaremos hablando de nada menos que 26.658.600 millones de euros, que no es moco de pavo si tenemos en cuenta que todas las asociaciones hoy dedicadas a tan noble fin dejarán de succionar las subvenciones que nuestro Gobierno pone hoy a su disposición para tan nobles propósitos (y beneficio garantizado de sus promotores). Creo, modestamente, que se trata de una propuesta digna de ser tomada en cuenta. La calle del Teniente Mulet pasará a ser la del Mulito y como habrá que cambiar placas, modificar los callejeros, revisar los códigos postales etc. se incrementará el empleo y el gasto resultante redundará en nuestro bienestar. Si queda alguna avenida José Antonio, deberá renombrarse "Avenida de José y Antonio", dos famosos amantes progresistas asesinados por el ejército fascista. La Calle Monges, mejor será Mongetes, la del Sindicat, S’Indicat, la del Conquistador, Conquistador de Senyores, la de Manuel Azaña, Hazaña de Manuel, Infant pagá, Infant multicultural, Camí dels Reis, Camí dels Reals y así sucesivamente. O sea que … manos a la obra. El futuro es nuestro con tan nobles y lucrativas iniciativas.


En segundo lugar, convendría prohibir determinados hábitos que, lenta pero inexorablemente, nos llevan a la ruina. Por ejemplo, la costumbre del baño en bañera. Es decadente, costosa, incorrecta desde un punto de vista medioambiental y, para colmo, susceptible de llevar a una relajación de nuestras costumbres. ¡Prohíbase ya el baño en bañera de una vez! Pero eso no es todo: primero hay que elaborar un censo de bañeras a eliminar, lo que sin duda creará empleo; acto seguido habrá que fundar un Cuerpo de Inspectores de Bañeras, lo que sin duda también lo creará, y, además, dotarlo de medios para que conminen a sus propietarios a sustituirlas por duchas, preferiblemente de agua fría, porque la mortificación es enemiga de la molicie, como es sabido. Ya puede imaginarse el efecto benéfico de tales medidas: millones de encargos al sector mal llamado “sanitario”, una tasa municipal añadida por sustitución efectuada, un impacto favorable en la recaudación del IVA y en el de la economía sumergida y la creación de puestos de trabajo que una medida tan sabia comportaría. Creo que empiezo a estar sembrado, dicho sea con toda modestia. A medida que avanzo en la emulación del difunto Profesor Franz de Copenhague, siento que me crezco. ¡Loado sea el Maestro!


En tercer lugar, hay que poner fin a la gratuidad de ciertas actividades susceptibles de gravamen. ¿Qué es éso de respirar libremente? Introdúzcase el respirómetro obligatorio y así los ciudadanos dejarán de dar bocanadas por boca de ganso. Inhalación a céntimo de euro y, como hubiera postulado Jonathan Swift (quien propugnó en 1729 que el problema irlandés se resolvería mediante la venta de menores pobres como vianda para las familias acomodadas), veremos si los pobres aguantan el tirón –o, más bien, la ausencia de inhalación- o deciden emigrar, aliviando así nuestro desmesurado gasto social.


Por último, propugno que el legislador “modifique” miles de leyes mediante el expediente de sustituir su texto por otro idéntico, como acaba de hacer en la Ley 39/2010, de 22 de diciembre, de Presupuestos generales del Estado, un ejemplo de técnica legislativa que hubiera dejado atónito incluso al Profesor Franz de Copenhague.


Me quedan otras ideas para un próximo artículo, de manera que les recomiendo, modestamente, que estén atentos, por si me lo publican, que hoy hay mucho director remilgado y cobardón por lo de las subvenciones.


(*) Melitón Cardona, diplomático, es discípulo del difunto Profesor Franz de Copenhague.


Publicado en "Diario de Mallorca".

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