Hacia la estupidez total


Melitón Cardona (*)


Aunque estamos haciendo esfuerzos muy meritorios por alcanzar un grado de estolidez satisfactorio, todavía nos queda camino por recorrer. En tiempos de crisis la majadería es un grado y, por eso, me permito proponer algunas medidas susceptibles de perfeccionarla.


Disfrutamos de alcaldes electos capaces de confundir el escudo de los Reyes católicos de su pueblo con un símbolo franquista y tampoco nos privamos de un diputado en Cortes que asimismo considera a Alfonso XIII “franquista” (ya hay que ser burro), ni de otro del mismo partido que propone sustituir la cruz que corona el escudo de España “para equipararnos con símbolos laicos como el de la Unión europea”, ignorando que las estrellitas del escudo que tan laico le parece son las de la Inmaculada Concepción, una veleidad de dirigentes democristianos de los años cincuenta del siglo pasado. También tenemos a asesinos en serie de nuestra penúltima guerra civil que se acogieron oportunamente a la ley de amnistía de 1977 pero exigen hoy que no se aplique a quienes no llegaron a asesinar.


En una reciente conferencia en la facultad de Derecho de mi tierra, me perturbaron -levemente, porque la edad provecta tienen sus ventajas y todo hay que decirlo- las espléndidas pantorrillas de algunas alumnas que se permitieron asistir al acto en pantalón corto, hoy “shorts”. Según aprendí, no hacían sino seguir el ejemplo de algunos de sus “catedráticos”. También, hace unos años, una joven Licenciada en Algo me interrumpió airadamente una conferencia cuando afirmé que el archipiélago canario estaba situado frente a la costa africana. Supongo que la pobre estaba convencida de que se encontraba en el Mar de Alborán, por lo del recuadro de los mapas. 


Todo lo anterior es muy meritorio, pero no alcanza el grado de embrutecimiento al que debemos legítimamente aspirar. Por eso someto a la consideración de los lectores las siguientes propuestas:


Para conseguir que el mapa electoral refleje los verdaderos intereses y sentimientos de los votantes, propongo que sólo puedan ser candidatos a diputados y senadores los famosos, famosas, famosillos y famosillas, a condición de que hayan debutado en programas del corazón de ámbito nacional y cuenten en su haber con más de dos adulterios probados, otras tantas operaciones de cirugía estética y más de tres querellas criminales por injurias y calumnias. Tengo por seguro de que ellos sí sabrían cómo afrontar la crisis con donaire, al menos la suya, y, además, el país estaría mucho más entretenido.


Para que el personal no se amohíne a toro pasado, sugiero que se le dote de orejeras y tampones de cera con cargo al presupuesto, de manera que pueda mirar adelante y hacerse inasequible a los cantos de sirena de los demagogos que tratan de halagarle cada cuatro años con promesas inverosímiles que tragan sin ninguna dificultad: pleno empleo, superación de Italia, Francia y Reino Unido, Justicia universal, igualdad de derechos y otros brindis al sol.


Considero, también, que para que nuestras emigrantes de religión islámica no se sientan discriminadas, deberíamos imponer obligatoriamente a nuestras nativas el uso del djihab y/o burka. La hospitalidad debe siempre pasar ante el mundo al revés.


Para superar la crisis, tampoco estaría mal tratar de vender al mejor postor algunas comunidades autónomas, aunque temo que la demanda no fuera para echar cohetes.


Por último, me permito sugerir que se resucite el extinto Instituto Nacional de Emigración; países como la China el Japón y muchos otros aprecian mucho esa “grasia” que Dios nos ha dado y que, PER mediante, nos permite trabajar veinte días al año y vivir otros trescientos cuarenta y cinco dando palmas de vez en cuando. ¿A qué esperamos?



(*) Diplomático. 

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