Sobre la violencia

Melitón Cardona

Max Weber enseñó que el atributo esencial del Estado es su monopolio de la violencia legítima, algo que nuestros politiquillos de barra de bar poligonera no han acabado de comprender.


Un delincuente llamado Pablo Rivadulla, conocido como Pablo Hasel, ha ingresado en prisión por nueve meses y acaba de ser condenado a otros dos años y medio por delitos que nada tienen que ver con la libertad de expresión, algo que la izquierda no está dispuesta a tolerar porque parte del supuesto erróneo de que la judicatura forma parte del aparato represivo heteromachista y patriarcal, de manera que lanzan un órdago al monopolio legítimo de la violencia que algunos miembros del gobierno de España ponen en cuestión con sus indocumentadas declaraciones. Ese ingreso en prisión ha desencadenado disturbios violentos en varias ciudades españolas que han causado daños de consideración y han sido posibles gracias a la "proporcionalidad" de la respuesta de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.


Si se tiene En cuenta el nivel intelectual y cultural de quienes hoy componen el Consejo de Ministros, no es de extrañar que, en lugar de reivindicar ese monopolio legítimo, reaccionen proponiendo cambios legislativos que acaben legitimando la incitación a la violencia; todo ello so pretexto de preservar la libertad de expresión, un concepto que, desde luego únicamente es patrimonio de la izquierda pero le está vedada a la derecha.


En este mundo al revés, conviene remontarse a los orígenes del despropósito, que está en las perversas enseñanzas de Herbert Markuse allá por los años sesenta del siglo pasado y su teoría de la "tolerancia represiva", un engendro intelectual que resumió diciendo que consistía "en ser intolerante con la derecha y tolerante con la izquierda". Nada menos.


En "La sociedad abierta y sus enemigos", Karl Popper nos habló de "la paradoja de la tolerancia" y el riesgo que supone para las sociedades libres. Popper expuso un breve resumen de cuando una sociedad libre debe y no debe tolerar movimientos intolerantes si quiere sobrevivir, lo que puede sintetizarse en el axioma "pas de liberté pour le ennemis de la liberté", que es exactamente lo contrario de lo que se practica en nuestro país.

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