La invasión de Ceuta


De un país que protege a los okupas en lugar de a los legítimos propietarios no cabe esperar que quiera proteger sus fronteras y de ahí a no saber hacerlo hay sólo un paso. Lo ocurrido en Ceuta y Melilla y antes en parte en Canarias lo demuestra a las claras.

Cuando se empieza por acoger el Aquarius en un ejercicio de buenismo irresponsable se lanza un mensaje inequívoco a las mafias de la inmigración ilegal y cuando se tiene un concepto profundamente erróneo del fenómeno cabe esperar lo que termina por suceder, a saber, que acaben invadiendo tu territorio. El Estado ejerce competencias exclusivas sobre un territorio determinado y no puede tolerar que su soberanía se ponga en duda por individuos que son conscientes de que, al impugnarla, conseguirían su objetivo espúreo de afincarse en país ajeno por su santa voluntad. Hasta que los países occidentales no tomen nota de que nadie emigra si no tiene un incentivo para hacerlo, como señaló oportunamente Enzensberger, la batalla estará perdida. En Australia se pasó de 300.000 inmigrantes ilegales a cero cuando su gobierno decidió que quienes entraran ilegalmente en el país serían confinados a una isla de lo que sólo podrían salir cuando solicitaran regresar a su país de origen. Frente a la visión seudohumanitaria del inmigrante como alguien que tiene derecho a una vida mejor, convendría anteponer la de un individuo que pretende aprovechar la bonanza que  muchos países han conseguido mediante el esfuerzo y sacrificio de sus habitantes sin haber él contribuido a ella y sin haber luchado un solo día por mejorar las condiciones de vida de su país.

En nuestro caso, el reconocimiento estadounidense de la soberanía marroquí sobre el Sahara occidental por parte de la Administración Trump planteó un desafío para nuestra seguridad nacional y para nuestra integridad territorial, lo que debería haber encendido luces de alarma en nuestra casta política. El viejo concepto del Gran Marruecos, hoy reavivado por ese reconocimiento, implicará en su día controlar Ceuta y Melilla: así lo declaró el primer ministro marroquí Saad Eddine el Othmaní, de manera que no cabe llevarse a engaño y ante tal perspectiva lo menos que debe esperarse de un país serio es tener diseñado un plan capaz de contrarrestar las iniciativas alauitas. Ni eso, pese a que tengo un estudio solvente de abril de este año que alertaba sobre la que se avecinaba.

Lo que le faltaba al cascaciruelas monclovita era esta crisis para darse cuenta de que su continuidad en la Presidencia del Gobierno cuenta con el rechazo de la mayoría de los votantes de otros partidos y la de buena parte del suyo. El recibimiento de la población de Ceuta no ha podido ser más concluyente. Para rematar su suicidio político, únicamente le queda indultar a los delincuentes catalanes contra el criterio del Tribunal Supremo para percatarse de que sic transit gloria mundi ... et Falconi.

Comentarios

  1. Impecable análisis de la lamentable situación, D. Melitón. “Por la caridad entra la peste” es una máxima que debería tenerse en cuenta a la hora de tomar decisiones buenistas, tan de moda en nuestro desquiciado mundo. Y más cuando la peste se utiliza como arma arrojadiza…

    ResponderEliminar
  2. Perfecto análisis, Melitón. Lo terrible es que hoy, en el Congreso, el señor Casado, lejos de poner a los responsables de esta catástrofe contra las cuerdas, ha seguido al pie de la letra el editorial del diario global y ha dado su apoyo al Señor Sánchez. Inefable.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Exactamente a como ocurrió el 11-M. La derecha es así

      Eliminar
    2. Debería aplicarse el ojo por ojo, porque se trata de una marcha verde bien orquestada desde tiempo gha

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog