Pedro Sánchez, premio Nobel de la paz

Teniendo en cuenta que ese prestigiosísimo premio le fue concedido a Barack Obama, uno de los presidentes más de belicosos de los Estados Unidos, no veo por qué no se le podría conceder al doctor Sánchez, que ni siquiera reaccionó cuando un país extranjero invadió su territorio con miles de ciudadanos mayores y menores. Pero, además y sobre todo, su gesto de indultar a delincuentes separatistas que también se proponen destruir el país que gobierna es prueba irrefutable de que su exquisito anhelo de paz y de concordia es difícilmente superable, ya que ni el mismísimo Ghandi hubiera llegado tan lejos como Él. Que el hecho de aplicar la legislación de su país le parezca asimilable a un espíritu de venganza demuestra que su grandiosa generosidad carece de límites. A fin de cuentas, ¿qué es la ley si se compara con la inigualable concordia que los espíritus elevados postulan? Nada.

Pero por encima de todo, su inigualable altura de miras ni siquiera se inmuta cuando quienes se benefician de ella tienen el gesto amable y delicado de agradecérsela prometiendo reincidir en sus delitos a las primeras de cambio. ¿Cabe mayor magnanimidad?

Yo estoy dispuesto a promover una suscripción popular para financiar los sobornos que sean necesarios para que los miembros venales del comité del Parlamento noruego que otorga el premio Nobel de la paz no sólo le concedan el galardón sino que lo hagan añadiendo el adjetivo "especial" tras el sustantivo "premio". Creo que es lo menos que merece ese adalid de la concordia universal que en un país normal ya hubiera sido galardonado con una estancia prolongado en prisión, pero como España es diferente, ¡Nobel al Presidente!