Fragmentos de una conferencia del Obispo Cardona (1901)

Jaime Cardona i Tur, hermano de mi bisabuelo, nació en Ibiza en 1838 y murió en Madrid en 1923. Fue Obispo de Sión, Vicario general castrense, Patriarca de las Indias occidentales, Senador del Reino, académico de Ciencias Morales y Políticas y Gran Cruz de Carlos III. Conocido por su elocuencia, siempre habló y escribió en español reservando su mallorquín natal para su entorno familiar, una tradición que he seguido al pie de la letra.

He recuperado algunos extractos de una conferencia que pronunció en 1901 con el título de "Trabajo y capital", de la que me gustaría resaltar su claro afán de objetividad y su planteamiento progresista en la línea de la encíclica Rerum novarum de León XIII. Son los que siguen:

"El siglo de las grandes conquistas, de los inventos maravillosos del XIX nos ha dejado en herencia grandes problemas que piden a gritos una pacífica solución. Nuestros problemas son varios. El político, que ha producido la reunión de las masas y la llegada de la democracia a todas partes; el de las relaciones internacionales que, de no llevarse a cabo con acierto, entrañará el imperio de la fuerza bruta; el religioso, que liga íntimamente la Iglesia con el Estado y el económico, que debe proporcionarnos el pan para mañana, pues teniendo oro a la derecha y billetes a la izquierda moriríamos de inanición por falta de un pedazo de pan. Estos problemas han existido siempre, pero ahora son más graves por las circunstancias críticas de la sociedad; ahora las creencias se han debilitado notablemente y por eso la solución se hace más difícil; los políticos tienen voluntad e inteligencia para llevar a término feliz la labor de sus compromisos quedándose a la mitad de la luz.

Dicen los sabios que los estados no se gobiernan con el Credo; que la Religión pasó de moda; que sus principios son inútiles; que no hay más cielo que el oro ni más infierno que la miseria, pero el pueblo ha sorprendido el secreto y pide a los ricos y a los sabios un pedazo de cielo y una parte en el festín de la vida, amenazándoles si no se las dan con la superioridad del número y no hay que olvidar que el caso puede llegar a producirse.

Hoy la lucha entre el obrero y el patrono no es de sangre ni de puños: es de descanso y de tranquilidad: la huelga ... nada más digno que ella. En la huelga, dos ejércitos se hieren sin armas; la huelga supone la ausencia completa, el vacío alrededor del industrial para que se haga en torno suyo el silencio de las grandes soluciones. En ambos ejércitos hay corazón; yo no puedo formar en ninguno de los dos y daría mi vida entera por que no llegasen a enfrentarse, para evitar desgracias.

El capitalismo habla con disgusto del obrero; el obrero llama tirano el patrono; y uno y otro tienen razón, pero no consideran que las heridas del odio jamás cicatrizan. El rico debe dar lo que sea justo y ni un ápice menos, pero el pobre debe pedir lo justo solamente y ni un ápice más. Sin embargo, no basta con la justicia; debe existir también el amor; debe haber tolerancia por una y otra parte: el que no sepa soportar las flaquezas del prójimo váyase al desierto hacer vida de anacoreta pidiendo a Dios por la prosperidad de los hombres.

"Libertad, igualdad y fraternidad". Esas tres palabras señaladas con sangre por los revolucionarios franceses hubieran sido la realización de una hermosa aspiración si no las hubiesen convertido en una realidad sangrienta al interpretarlas torcidamente los tristes protagonistas de los últimos años del siglo XVIII."

Lamento no disponer del texto completo de la conferencia y tener que limitarme a reproducir extractos publicados en el periódico "El Globo" en febrero de 1901.

Me propongo encuadrar al personaje en el marco de la tan injustamente criticada Restauración en la que jugó un papel de cierta relevancia.

Comentarios

  1. Una figura de la Iglesia y la sociedad española de la Restauración, como tu tío bisabuelo, bien merece estudio y atención, dentro del contexto de una época histórica que, con todos sus defectos ( la mayoría compartidos por buen número de países europeos), fue ocasión de un enorme progreso social, económico y político ( pensemos en la herencia que recibe la Restauración)y un auténtico esplendor cultural

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  2. En la Iglesia, como en todo, siempre hay quienes deben ser escuchados (leídos) porque su aptitud y actitud lo requieren; no se puede juzgar el todo por unos, pues los otros merecen atención.

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