Aún más sobre menores marroquíes


Cada menor marroquí que entró ilegalmente en Ceuta el pasado mes de abril le cuesta al contribuyente español 2.571,87 euros al mes, 320 más de lo que yo percibo como pensión después de más de treinta años de servicios prestados a la Administración y haber contribuido a su financiación. Como mi pensión es la máxima en virtud de un timo declarado legal por cuanto se me comunicó que me correspondían 1.000 € más al mes pero que en virtud del tope máximo debía conformarme con 1.000 menos, no quiero ni pensar lo que sentirán ante tal desvarío quienes no cobran la "máxima".


Es evidente que se trata de una anomalía extravagante y absurda a la que podría ponerse fin si se adoptará alguna de las medidas que relaciono a continuación: poner a trabajar o estudiar ocho horas al día a los desafortunados menores; incluir cerdo en cada uno de los platos del menú de los menores, salvo el postre; ofrecer 2571,87 euros a los menores que decidieron regresar voluntariamente a su país de origen (habría cola); cualquier otra que incentivara el regreso de los infortunados individuos que, para colmo y escarnio, se quejan de lo mal que les trata el país que han invadido.


El exceso de buenismo que caracteriza al mundo occidental en general y al español en particular hará buena la profecía de Muammar al-Gadhafi: el islam conquistará Europa gracias a los vientres de sus mujeres. La tasa de reproducción de los ciudadanos de religión islámica afincados en Europa es cuatro veces superior a la de los europeos, de manera que no resulta difícil conjeturar que la islamización de Europa es cuestión de dos o tres generaciones. Me alegra tener la edad que tengo para ahorrarme padecer algo fácilmente evitable que nadie parece querer evitar.

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