Desbandada en Afganistán

Ese patético y senil individuo que preside los Estados Unidos de América, al decidir decretar una retirada de Afganistán que más se antoja una desbandada ovejuna y vergonzosa, ha certificado el fin de la credibilidad occidental en el mundo y el de la OTAN en particular, mientras sus mediocres socios de la alianza atlántica guardan un silencio que debería sonrojarles.

Es sabido que se entra en guerra para ganarla aniquilando al enemigo pues, de lo contrario, se pierde la honra pero también la credibilidad. Este último atributo es esencial y el presidente senil lo ha dilapidado alegremente sin que los medios apesebrados se lo hayan reprochado como lo hubieran hecho airadamente si la decisión la hubiera tomado su predecesor, único, por cierto, que, en los últimos cincuenta años, no inició ninguna intervención armada en el exterior durante su mandato.

Abandonar a la barbarie a quienes confiaron en el mundo occidental para que les liberara de sus trágicas consecuencias es un pésimo precedente que tendrá repercusiones que hoy no resulta fácil predecir. El hecho es que unos desharrapados crueles e implacables, financiados con el tráfico de drogas, pueden presumir hoy de haber humillado a Occidente para poder restaurar un régimen teocrático, reaccionario, medieval y sanguinario con el bochornoso y clamoroso silencio de ese feminismo que impera en nuestras sociedades occidentales hoy en avanzada descomposición.