El curioso caso del uranista falaz

Ante el clamoroso ridículo que han hecho acusando a "la derecha" del caso del julandrón que se inventó una agresión "homófoba" en la que una decena de encapuchados le habrían grabado la palabra "maricón" en el tafanario, a los miembros de la progresía patria no se les ha puesto cara de imbéciles porque ya suelen traerla de fábrica, pero, lejos de disculparse, han salido en tromba a advertir que una golondrina no hace verano o que los árboles no deben impedirnos ver el bosque (Inane Montero scripsit). El problema es que los golondrinos de la cáscara amarga y los arbolitos del colectivo culiligero no siempre son de fiar y muy a menudo cerdean todo lo que pueden.

Dos personajes han quedado tocados por el esperpento: el ministro del interior de las balas perdidas y no halladas y el felón de la Moncloa que se apresuró a convocar una reunión de urgencia ante la extrema gravedad de la situación. El más tocado será el primero cuando el segundo le responsabilice del ridículo; puede que tenga sus días contados.

El indocumentado semianalfabeto que nos representa en la UNESCO no se ha privado de meter la pata una vez más afirmando que "... no podemos ser cómplices de esta gente que encuentra su caldo de cultivo en el discurso de la extrema derecha, que no es más que un destilado de falsedad, hipocresía, represión familiar y delirio de poder." Lo de "represión familiar" es para nota, aun teniendo en cuenta el elevado nivel de idiocia que puebla nuestras instituciones.

Nuestra oposición, culpabilizada injusta y gratuitamente una vez más, ya está tardando en rentabilizar el suceso y se lo pensará mucho antes de contraatacar contundentemente ante un caso como el del falso denunciante "hemosexual", que hubiera dicho Lola Flores, tal vez porque tema que al final acaben culpabilizándola de haber sido cómplice de un montaje derechista del mariquita culigrabado.

No dejo de preguntarme qué hubiera escrito Valle-Inclán de este esperpento nacional que no cesa y tiene visos de aumentar día a día.