La inanidad de los fanáticos


Fanático procede del francés "fanatique", usado en esa lengua en 1532 por Rabelais con el sentido de ‘inspirado por la divinidad’. La voz francesa derivó del latín fanaticus, formada a partir de fanum ‘templo’ (presente también en la etimología de profano) y que, al comienzo, se usó para designar a las personas que frecuentaban el templo -generalmente los de las diosas Belona (de la guerra), Cibeles (de la Tierra) y Diana (de la caza)- y, más tarde, a los exaltados por el fervor religioso en general.


En nuestra lengua, el término fanático aparece documentado desde principios del siglo XVII: ‘Desterrar demonios y sanar fanáticos y endemoniados’ (Juan de Solórzano: Política indiana, Madrid, 1647). En el diccionario de Sobrino de 1705 aparece como ‘Nombre latino, Fanaticus, que quiere decir hombre que se cree llevado de un furor divino’.


Es fanático quien defiende con tenacidad desmedida sus creencias, especialmente las religiosas o políticas; hoy día añadiríamos sus querencias deportivas. Las primeras, porque piensa que son de origen divino y, por tanto, superiores a la perversa condición humana. Las segundas, porque cree que constituyen una especie de conditio sine qua non de la organización política digna de tal nombre. Las terceras, por mera burricie tribal.


Enzensberger ha señalado que “los actores de antaño … concedían la mayor importancia al hecho de morir y matar en nombre de cualesquiera ideales y a ellos, a lo que se denominaba una Weltanschauung (cosmovisión o concepción del mundo), por repugnante que pudiera ser, se atenían "férreamente", "con fanatismo", "inquebrantablemente" etc. Los seguidores de Hitler y de Stalin seguían el evangelio de sus guías con la mirada iluminada y a la hora de actuar no había delito cuya magnitud les detuviera”.


El fanático no dialoga ni pondera ni razona; actúa y, en efecto, no hay delito cuya magnitud le detenga.


En nuestros días, el fanático presenta como notas esenciales la irracionalidad y la intolerancia frente a los miembros de otras religiones o de otros partidos políticos o a los hinchas de otros clubes deportivos.


Hay fanatismos peligrosos y fanatismos simplemente rídículos. El del independentista catalán es uno de ellos: ayer se celebró en Barcelona un "acto institucional" para celebrar la llamada Diada. Comenzó con la reproducción de un discurso en inglés de Pablo Casals pronunciado cuando tenía más de noventa años; en él afirmaba que "Soy catalán. Hoy Cataluña es una provincia de España, pero ha sido uno de los países más grandes del mundo" (!). ¿Hay quien dé más?

Comentarios

  1. Acertada la referencia a lo afirmado, propia de carta abierta a la Generalidad en un periódico de tirada nacional.

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