El optimismo del partido popular

Me cuesta entender el optimismo del partido popular a la vista de las encuestas que se le antojan más o menos favorables aunque siempre insuficientes; más que nada, porque pienso que el auge que experimenta se debe más a deméritos del PSOE, que son muchos, que a méritos propios.

Sé que es típico del mediocre rodearse de seres todavía más mediocres que él mismo: para comprobarlo, basta ver la cuadrilla de indocumentados y semianalfabetos que desgobierna España a las órdenes de Su Inane Sanchidad. En el caso de Casado, su mano derecha sólo puede presumir de ser campeón de lanzamiento de huesos de aceituna, una actividad que da idea de la entidad del personaje y de su talla intelectual. En cuanto a doña Concepción Gamarra, con decir que se deja llamar "Cuca", o sea "taimada", queda dicho todo. Con esos mimbres, difícilmente se puede aspirar a ilusionar a un electorado como sí lo han hecho Isabel Díaz Ayuso en Madrid y Cayetana Álvarez de Toledo en su día, antes de ser defenestrada en favor de la supuesta taimada: es también característica de los mediocres tratar de neutralizar a cuantos valiosos puedan hacerles sombra.

La medida de la mediocridad política de Pablo Casado la dio, sin lugar a dudas, su extemporáneo y miserable ataque personal, en la moción de censura, al líder del partido que puede aupar al suyo a la Moncloa pero que, tal vez en revancha, le impedirá a él acceder a la Presidencia del Gobierno. Sus indefinidos vahídos y anhelos centristas son pretexto de todo tipo de concesiones a la corrección política que imponen como dogma inatacable socialistas, comunistas, animalistas, separatistas, terroristas y demás gentes de idéntica ralea. Se trata de un anhelo suicida en tanto en cuanto defrauda las aspiraciones de millones de españoles hartos de ambigüedades, de medias tintas y de la utilización abusiva del papel de fumar en la escena política. Es, a mi juicio, un error estratégico de primera magnitud que puede dar al traste con esa expectativa excesivamente optimista del partido que dirige.

Creo que el mejor servicio que podría hacer a España el político palentino consistiría en ceder los trastos a la compañera de partido que, en su Comunidad, ha sido capaz de relegar al PSOE al tercer puesto de los partidos más votados, pero me temo que no sólo no será el caso, sino que hay que temer que los lanzadores de huesos de aceituna y las cucas le induzcan a neutralizarla o, cuando menos, a ningunearla, aunque esté por ver si ella se dejará.

El hecho de que el porvenir de millones de españoles de bien dependa de tres personajes mediocres y vulgares es una desgracia, pero el de que los que sí son valiosos ni siquiera traten de impedirlo se me antoja una auténtica tragedia.