Si yo fuera Presidente


Si individuos de la talla intelectual y moral de Zapatero, Rajoy y Sánchez han llegado a la Presidencia del Gobierno para mal de España, no veo por qué no hubiera podido hacerlo yo, que soy capaz de chapurrear ocho idiomas, de programar ordenadores en cuatro lenguajes informáticos, de cocinar tordos con col con éxito y de poseer otras virtudes que omitiré en homenaje a mi acreditada modestia. Por lo demás, mis grandes defectos son todos confesables: fumo mucho, bebo bastante, me gustan los toros y valoro el cochinillo asado, el mujerío, el Imperio austro-húngaro y las novelas de Céline; detesto, por el contrario, el papel de fumar, la mariconzonería, la cursilería del uniforme de gala de los Mozos de Escuadra, la tomatina de Buñol, el papapampero y la sobrasada de mala calidad. Con este bagaje, me atrevo a postularme a la más alta magistratura porque nuca es tarde si la dicha es buena.


Sentado lo anterior, tengo claro que la primera medida que hubiera adoptado de llegar a la Presidencia del Gobierno para bien de España, hubiera sido la de convocar al lendakari de turno y ofrecerle la independencia, siquiera para que en lugar de agradecer lealmente el trato privilegiado e insolidario de su comunidad autónoma se enfrentase a la miseria de los países que aspiran a la irrelevancia internacional y la consiguen. Hecho lo anterior, ofrecería al presidente de la Generalidad idéntica receta, advirtiéndole que, como en el caso de las provincias vascongadas, el ofrecimiento iría acompañado de un veto permanente a su integración en la Unión Europea.


Mi próximo emprendimiento consistiría en reformar la ley electoral para que el umbral mínimo de votos para acceder al Parlamento pasara del tres al cinco por ciento y para que nadie tuviera derecho de sufragio pasivo sin haber cotizado a la Seguridad Social al menos durante tres años. Después, derogaría leyes absurdas como la de igualdad de género, la de memoria histórica, la de bienestar animal y otras.


Desde luego, suprimiría la capacidad normativa de las comunidades autónomas limitándola a la de gestión, lo que supondría la desaparición de los parlamentos autonómicos con el consiguiente ahorro para las arcas públicas en general y el presupuesto del Boletín oficial del Estado en particular.


Gravaría al 95 % los beneficios de los llamados programas del corazón hasta conseguir asfixiarlos.


Suprimiría el 99 % de la subvenciones de todo tipo y cerraría todas las televisiones autonómicas cuyas cuentas de resultados arrojaran déficit.


Restauraría el bachillerato que, desde la Restauración, rigió durante la dictadura de Primo de Rivera, la República y el periodo de Franco, reintroduciendo las reválidas de cuatro y sexto. También decretaría el cierre de las pseudouniversidades que no consiguieran estar entre las 350 mejores del mundo, que no es mucho pedir.


Reformaría a fondo el celebrado código penal de la democracia para, entre otras cosas, poner fin a la multirreincidencia.


Liquidaría el fenómeno okupa, el del botellón y el de los piquetes de huelga.


Trataría de alinearme con las potencias anglosajonas intentando templar gaitas con la Federación rusa al mismo tiempo.


Sospecho que sería objeto de incomprensión y feroces críticas, pero pienso que mi proyecto es la mar de sensato si se compara con los de los tres últimos presidentes que hemos padecido y los de los que están por venir.

Comentarios

  1. Qué GRANDE es su programa electoral D. Melitón. Como diría cierta cortesana devenida en fiscala: “éxito seguro”. Cuente con mi voto!! 👏👏👍

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  2. Bravo Melitón. Burla, burlando propones un programa no sólo serio sino necesario, claro y regenerador.. y tan sencillo como inalcanzable para la casta-costra que nos maneja

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  3. Me alineo con tu ideario, fruto de la sensatez y propósito de bien hacer; que así sea.

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  4. Yo, además, reintroduciría la mili i obligatoria…..

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