Optimista por una vez

Como saben quienes me leen con frecuencia, no me caracterizo por ser optimista ante la amenaza permanente que supone tener a un fullero inmoral al frente de la presidencia del gobierno más contra natura que ha padecido España en mucho tiempo; de hecho, más de un lector me ha reprochado mi excesivo pesimismo. Hoy, sin embargo, creo que hay ciertos motivos para el optimismo, porque pienso que la pesadilla sanchista está más cerca que nunca de su fin. Para ello, me baso en diferentes hechos que considero relevantes.

En primer lugar, es evidente que Yolanda Díaz, esa loba con piel de cordero comunista que cada vez viste mejor, pretende repetir a nivel nacional aquel invento gallego de la AGE (Alternativa Galega de Esquerdas), que consistió en unir a todas las fuerzas más allá de la izquierda del PSOE para obtener la máxima rentabilidad electoral con un solo rostro, en este caso de ella. En el 2009, la operación consiguió pasar  de cero a doscientos mil votos y de cero a nueve diputados, haciéndole un roto a un Partido socialista de Galicia que perdió siete diputados y otro al BNG, que perdió cinco. Así las cosas, Sánchez es consciente de que si le concede tiempo a su elegante vicepresidenta le puede suceder lo que ya le ocurrió al PSOE gallego y como cada día que pasa el peligro va aumentando, podría tratar de conchabarse con el inane partido popular para, una vez consumada su ficticia conversión a la socialdemocracia, tratar de urdir un adelanto electoral que le permitiera tramar una gran coalición como mal menor ante el descalabro electoral que, en cualquier caso, le espera. Claro que, tratándose de un individuo como él, bien podría intentar sobrepasar por la izquierda a la comunista gallega que amenaza con llevarle a la irrelevancia política, aunque el problema de la factibilidad de este supuesto radica en Europa y en los taumatúrgicos fondos europeos.

En segundo lugar, los reiterados despropósitos del desgobierno sanchista empiezan a hacer mella en sectores de la sociedad hasta ahora más bien anestesiados: fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, agricultores, ganaderos, autónomos, obreros del metal, todos empiezan a rebelarse contra los agravios de un ejecutivo autoritario que un día los subleva inmunizando al lobo en lugar de a las ovejas, otro día ataca a los productores de carne, otro aumenta las cotizaciones sociales a los autónomos, otro desprotege a los agentes del orden, otro riega de subvenciones millonarias a entidades filoseparatistas, otro escandaliza al mundo de la auténtica cultura al pretender "federalizarla" fraccionando colecciones museísticas etc.

Ahora bien, lo anterior no es nada frente al descontento generalizado que provocan -y más provocarán- las alarmantes subidas de precios de los combustibles y de la energía, que auguran el regreso de la temible estanflación, problemas que este desgobierno pretende arreglar mediante subidas de impuestos escandalosas en lugar de suprimir gastos no menos escandalosos a la cabeza de los cuales están los de un Ministerio de Igualdad en manos de una analfabeta funcional y los de un ministerio de Incultura en las de la gogó del Llobregat.

Al final va a ser lo de "la economía, estúpido" la que ponga fin a la aventura delictiva del cacaseno monclovita porque, en esta época anómica y carente de valores, el votante vota con el bolsillo y si éste es cada vez más menguado, con más convicción.