El catastrofismo climático


Es evidente que la especie humana ha conocido variaciones de temperatura considerables, algunas incluso brutales. Nuestro clima actual, que sustituye desde la mitad del siglo XIX a la "pequeña glaciación" aparecida a mediados del XIV, no es sino un agradable paréntesis, aunque en ningún caso un dato inmutable que no pueda dominarse.


La idea de que las actividades humanas son responsables de los desajustes climáticos no es nada nueva. Groenlandia significa "tierra verde" y muchos grabados del siglo XVI demuestran que se cultivaba la vid en el norte de Inglaterra en aquella época. Además, hace dos o tres siglos, teólogos y naturalistas ya temían que el hombre hiciera un infierno de la tierra por culpa de "pecados" de todo tipo que hoy nos parecen ridículos.


Sin embargo, a largo de la historia se han producido cambios espectaculares y en ocasiones repentinos del clima de la Tierra. La gruta Cosquer, situada en una cala de las inmediaciones de Marsella, contiene pinturas del Paleolítico, lo que no tendría mucho de particular si no fuera porque está situada 39 metros por debajo del nivel actual del mar, lo que resalta el ridículo de la histeria actual frente a la subida del nivel de la masa oceánica de unos milímetros al año.


Los tres científicos de prestigio nacionales y extranjeros con los que he tenido ocasión de tratar el tema me han asegurado que la influencia de la actividad humana en el cambio climático es nimia si se compara con la que representa la de la actividad solar. El calentamiento global es una realidad pero se revela moderado (menos de 1,5° grados en un siglo) y se inscribe en la larga historia del clima del planeta, pero este fenómeno no es en modo alguno catastrófico, entre otras cosas porque el aumento en el contenido de CO2 ha permitido un incremento de la masa forestal del planeta; además, en ningún caso se trata de un gas tóxico.


Respecto a todo lo anterior conviene recordar a Lyssenko, quien se empeñó en los años 30 del siglo pasado en demostrar que en el comunismo soviético el esfuerzo científico era capaz de suplantar al de ciencia capitalista; afirmó haber demostrado que una cosecha invernal de guisantes podía crecer en Azerbaiyán, "reverdeciendo los yermos campos del Transcáucaso en el invierno de tal manera que el ganado no moriría por falta de comida y que los campesinos vivirían durante el invierno sin temor por el futuro". La cosecha invernal de guisantes, sin embargo, no prosperó en los años subsiguientes y ya se sabe a lo que condujo su absurda pretensión, una mezcla de lamarquismo y darwinismo. Hoy su puesto lo ocupa una adolescente sueca histérica a la que, inexplicablemente, se presta más atención que a los científicos solventes.

Comentarios

  1. Y el frio de estos días, qué, tambien cambio climático estando en invierno? Ni más ni menos que e el que pasaba en mi lugar natal cuando la infancia...

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  2. El caso es tenernos acongojados. Necesitan que el rebaño esté asustado, es más fácil de lleva

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