Más sobre la censura como higiene mental

Jordan Bernt Peterson es un crítico cultural y profesor de psicología canadiense; su canal de Youtube, en el que aborda temas psicológicos y cuestiones de estilo de vida, cuenta con más de cuatro millones de suscriptores. Viene defendiendo con tanta elocuencia como vehemencia la importancia de la diversidad de opiniones en el debate científico y criticando las restricciones al discurso exigidas en nombre de la corrección política. Defendió al ex empleado de Google James Damore, que fue despedido por sus críticas a la homogeneidad ideológica de la empresa y a sus políticas de contratación. Su libro "12 reglas para la vida: un antídoto contra el caos" (2018) ha vendido millones de ejemplares en todo el mundo. Peterson ha sido caracterizado políticamente como un "liberal clásico" y como un "conservador tradicionalista", pero él se define como "liberal cristiano".

Peterson afirma que las universidades son en gran parte responsables de la ola de lo políticamente correcto que apareció en América del Norte y Europa a principios de la década de los noventa. Sostiene que la "auténtica cultura" ha sido socavada por el "posmodernismo y el neomarxismo". Sus críticas a lo políticamente correcto abarcan temas como el feminismo, el posmodernismo, la teoría crítica de la raza, el concepto de supremacismo blanco, la apropiación cultural y el ecologismo.

En muchas universidades anglosajonas, los aspirantes a cátedra tienen que presentar la llamada declaración DEI como parte de su solicitud. El DEI, o DIE (morir) como lo llama Peterson con desdén, es un texto obligatorio sobre la D (diversidad, es decir, diversidad étnica, no diversidad de opiniones), la E (equidad) y la I (inclusión). Sólo cuando un comité ajeno a la disciplina del aspirante juzga que su declaración es básicamente correcta, se examinan los logros académicos del solicitante. Este escrutinio mental, como lo ve Peterson y no sólo él, está convirtiendo a las universidades en zonas políticamente homogéneas.

En pocos años, el movimiento Woke ha logrado imponerse en muchas sociedades occidentales más allá de las universidades. Así, por ejemplo, incluso la Fundación Alemana de Investigación exige ahora que cada autor de un proyecto de investigación (por ejemplo, sobre terapia para el tratamiento de tumores metastásicos) explique cómo piensa contribuir su actividad a una mayor diversidad e igualdad de oportunidades. Nadie puede estar en contra de la diversidad y la igualdad de oportunidades, pero los investigadores de tumores ciertamente hacen más por la sociedad haciendo algo para combatirlos que aumentando el número de colores de piel definidos arbitrariamente en sus laboratorios.

Es evidente que se necesita un debate fundamental sobre la función primordial de las universidades. ¿Deben dedicarse al activismo social o dedicarse, principal e incluso exclusivamente, a la búsqueda de la verdad? Por fortuna, parece que empieza a formarse un contramovimiento al dominio de la corrección política en el ámbito académico. La recién fundada Universidad de Austin quiere dar a algunos profesores expulsados de sus universidades la oportunidad de debatir con sus alumnos las cuestiones que ya no se pueden plantear en otros lugares. Larry Summers, ex presidente de Harvard, también se ha unido al nuevo movimiento porque la libertad de cátedra está en grave peligro y, con ella, el avance de la ciencia y el conocimiento.