Dos abortos


Como resulta que la situación no es crítica y no corre ninguna prisa resolverla, los geniales estrategas del partido popular en ruinas han abortado la inmediata dimisión y sustitución de Pablo Casado y han dejado el tema para dentro de cinco semanas con el peregrino pretexto de darle una salida "ordenada y honrosa" a quien debería estar dedicándose ya a la creación del PPP (Pablo por Palencia o Papopal) para tener algo donde caerse muerto. Para acabar de arreglarlo y transitando de disparate en despropósito, la coordinación del PP (!) hasta el famoso congreso abrileño ha sido confiada nada menos que a Cuca Gamarra, precisamente una de las máximas responsables del desaguisado. Como Cuca es sinónimo de taimada y astuta y ya se conoce el grado de astucia taimada del personaje que ayer zascandileaba, no es de extrañar que hoy esté dispuesta a seguir haciéndolo con el entusiasmo característico de los Metternich de aldea que lo mismo sirven para un roto que para un descosido. A nadie se le ha ocurrido confiar la tarea a políticas de la solvencia acreditada de Ana Pastor o de Elvira Rodríguez.


El otro aborto es el que pretende imponer en la sanidad pública, al menos por ahora no en la privada, una tal Irene Montero que se afilió a las Juventudes comunistas a la tierna edad de quince años. Quienes piensan que el tema del aborto es de índole religiosa yerran porque es, básicamente, demográfico. La demografía es uno de los puntos básicos de toda civilización. Sólo en tiempos de profunda mediocridad puede una perspectiva de tanta relevancia ser relegada a la intrascendencia. En un país, como España, con una media de 100.000 abortos anuales desde hace más de una década y con una población envejecida cuyas pensiones significan más de la mitad del gasto público anual, parece preferible guardar un ominoso silencio. Lo anterior en un contexto de invierno demográfico, con una población envejecida, con anticonceptivos de todo tipo y con decenas de miles de españoles dispuestos a adoptar tropezando con barreras legales y económicas que se lo impiden. Por si fuera poco, el futuro de Europa, nadie lo niega, es oscuro y tenebroso siquiera porque las tasas de reproducción de los inmigrantes islámicos son enormemente superiores a las de los europeos de origen, de manera que va a cumplirse la predicción de Ghadafi de que el Islam conquistará Europa con los vientres de sus mujeres sin necesidad de utilizar la violencia, un fenómeno hasta históricamente inédito. 

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