Ucrania ha perdido la guerra


El presidente irresponsable de uno de los países más corruptos del mundo, antiguo payaso de muy mal gusto, pudo evitar el conflicto con la Federación Rusa y no lo hizo: una semana antes de la invasión, el canciller alemán pidió a Zelensky que declarara la neutralidad de su país y renunciara a entrar a la OTAN, condiciones razonables a las que el líder ucraniano, a instancias de los Estados Unidos, se negó. Tras el conflicto, el sacrificio del pueblo ucraniano habrá sido tan estéril como demoledor y la insensata escalada de Occidente está provocando una crisis económica y humanitaria de imprevisibles consecuencias que puede conducirnos al abismo.


Como ha señalado el coronel Richard Black, antiguo senador por Virginia y jefe de la división de derecho penal del Pentágono, Ucrania ya ha perdido la guerra, porque se ha convertido en un duelo de artillería, arma en la que los rusos son excelentes, como lo fue la infantería española o la caballería polaca. Los rusos están lanzando 50.000 proyectiles al día y los ucranianos 5.000 ... de momento, ya que el Washington Post afirma que están quedándose sin proyectiles que no pueden reemplazar por tratarse de armamento de la época soviética. Ucrania tiene unas mil bajas al día, de las que doscientas son mortales, un número que se ha doblado en sólo tres semanas. En Vietnam, los Estados Unidos perdieron unos 6.000 hombres al año; Ucrania, con la quinta parte de la población que tenían los Estados Unidos en la década de los sesenta del siglo pasado, está perdiendo al mes la misma cifra. Antes de estallar el conflicto, Ucrania tenía 43 millones de habitantes y meses después, tras los éxodos de refugiados y las bajas bélicas, apenas 38 millones. El porcentaje de bajas ucraniano comparado con el de Estados Unidos en Vietnam es sesenta veces mayor. No hay país que pueda soportar un número de bajas parecido, razón por la que Stoltenberg ha dado a entender no hace mucho que Ucrania ha perdido.


Por lo que se refiere a las inanes sanciones occidentales, la Federación rusa tiene ahora 250.000 millones de dólares de superávit comercial, el doble que al empezar la guerra: mientras Biden pronosticó que el rublo se derrumbaría y provocaría la caída de Putin, la popularidad del presidente ruso es la más alta de los líderes mundiales: 83 %; por su parte, el rublo está más fuerte que al empezar la guerra: la Federación ingresa 1.000 millones de dólares al día con sus ventas de gas y petróleo. El intento de colapsar el comercio exterior ruso ha fracasado: Rusia está generando un superávit comercial récord de 250.000 millones de dólares, el doble que antes de la guerra e ingresa mil millones de dólares diarios procedentes de sus ventas de gas y petróleo. Ha reforzado sus vínculos con países como China, India, Brasil, Irán, Sudáfrica y Arabia Saudita. Desde el comienzo de la guerra, los rusos no han experimentado escasez de alimentos, vivienda, calefacción o combustible, de manera que quienes esperaban que los rusos se rindieran por no poder seguir comprando ropa de Gucci o hamburguesas en los MacDonald's no conocían el alma rusa. En marzo, Boris Johnson pronosticó que las sanciones acabarían con el régimen de Putin pero fue una moción de censura la que estuvo a punto de acabar con su carrera política.


Las sanciones occidentales son autolesivas, contraproducentes y profundamente absurdas y el seguidismo europeo antes los designios de Estados Unidos resulta patético. Como ha señalado Fernando del Pino con su habitual lucidez, "la guerra sobre suelo ucraniano es un conflicto entre EEUU (el provocador) y Rusia (el agresor). Un factor que añade complejidad y suele ser obviado es que Ucrania, enfrascada en un enfrentamiento civil de intensidad variable e independiente sólo desde 1991, es una no-nación dentro de un Estado creado de una forma más o menos artificial. No son inventos de Putin: el poco sospechoso Premio Nobel Alexander Solzhenitsyn, férreo anticomunista superviviente del Gulag soviético, denunciaba en 1994 "las falsas fronteras leninistas de Ucrania, con Crimea como dote ofrecida por el déspota Kruschev." 

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