Optimismo temerario

El problema es que la estupidez ha convertido a España en una nación que agoniza y los españoles, incluso la mayoría de periodistas adscritos a una derecha inexistente como proyecto alternativo, no se percatan del calamitoso estado en que nos hallamos.

A esta consideración se añade otra también de extrema gravedad: pensar que sólo el desalojo del zaragate actual, este pisaverde que la llamada democracia nos brindó, nos traerá una especie de colmo de bendiciones por las que el nuevo gobierno nos llevará a un edén, mundo feliz, por arte de quiromancia.

Si el gobierno que se forme con un sucedáneo de Rajoy, aún peor, no percibe la pavorosa situación de una nación postrada ante sus enemigos encabezados por un delincuente político, el cataclismo será total y para eso no valen medias tintas ni ninguna complacencia. Confrontación total con la anti-España.

Los tres párrafos anteriores no son de mi cosecha: es el comentario de un tal "José" a un artículo de Ramón Pérez-Maura publicado el pasado domingo bajo el título "La estupidez no tiene límites".

Con el felón de la Moncloa conviene prepararse para lo peor y lo peor puede ir desde alguna estratagema preelectoral en forma de referéndum sobre la monarquía hasta el pucherazo electoral, pasando por trapisondas difíciles de imaginar.

Hoy me limitaré a reproducir extractos de los brillantes artículos de José Pla recopilados en el libro "La Segunda República española. Una crónica, 1931-1936", magistralmente prologado por mi amigo y paisano Valentí Puig.

Así, el 21 de enero de 1936, Pla remitió a "La Veu de Catalunya" un artículo titulado "Cada día se acentúa más el desplazamiento hacia una política de centro". El 14 de febrero del mismo año, dos días antes de las elecciones, envió otro titulado "Es muy fácil que las izquierdas no obtengan ni cien diputados en toda España". Dos días más tarde se produjo la inesperada y fraudulenta victoria electoral del Frente Popular, con unos 235 diputados.

A buen entendedor, pocas palabras.