Islamistas y buenistas (5)

Karen Jespersen y Ralf Pittelkow (*)


Traducción del danés de Melitón Cardona


Libertad de expresión


El conflicto de las caricaturas de Mahoma fue una prueba de fuerza en torno a la libertad de expresión. No es sorprendente que el islamismo y la tradición occidental de libertad colisionaran de una forma frontal. La libertad de expresión es la muerte para las fuerzas totalitarias.


La libertad de expresión, la crítica y la autocrítica han sido siempre las fuerzas motrices decisivas para el desarrollo de las sociedades democráticas. Una pluralidad de opiniones que se expresa libremente se ve como garantía de que el nuevo pensamiento y el avance de la sociedad florezcan y que la población tenga control sobre las actividades de sus líderes. Por ello una amplia libertad de expresión es la pieza angular de nuestra forma de sociedad. Esta filosofía social pluralista recibió su formulación clásica en el libro de John Stuart Mill "Sobre la libertad", de 1859. Mill llamó la represión de la libertad de expresión como “un atraco a la humanidad”; si una opinión es censurada, según Mill ello no sólo afecta a quien la ha expresado sino que también a aquellos que están en desacuerdo con la opinión expresada:


“Si la opinión es correcta se les escatima la posibilidad de corregir sus propios errores con la verdad. Si es errónea, se pierde una más clara y lívida percepción de la verdad, la que resulta de su choque con el error “o como Mill también formula su alabanza al pluralismo: la base más segura de nuestras actitudes consiste en invitar al resto del mundo a demostrar que estamos equivocados.


Al mismo tiempo Mill también refuta a aquellos que opinan que no debe utilizarse la libertad de expresión de forma que pueda ofender a los demás, señalando que muy a menudo la gente se declara ofendida por expresiones que son perfectamente aceptadas y relevantes y por lo tanto importantes en el debate social. Es precisamente la certeza de la crítica la que más provoca actitudes de sentimientos ofendidos. Si se empieza a censurar todo aquello por lo que alguien se declara ofendido se mina la propia esencia de la libertad de expresión porque así cualquiera puede poner fin a puntos de vista importantes. El conflicto de las caricaturas de Mahoma revelo que este argumento fundamental de la libertad de expresión parece haberse perdido para los ingenuistas en Dinamarca y en otras sociedades occidentales.


La actitud de Dinamarca ante la libertad de expresión constituye una marcada prolongación de la tradición de John Stuart Mill. Puesto que el marco de lo que se puede pensar, decir y escribir, es aquí muy amplio no solo en la legislación sino que la sociedad danesa en su conjunto se caracteriza por una gran tolerancia por lo que gente pueda decir por escrito, de palabra o en imágenes, incluso cuando se trata de autocrítica o de lo que uno defiende. Se necesita normalmente muchísimo para que la utilización de la libertad de expresión encuentre condena moral o exigencia de autocensura. 


Esta fuerte defensa de la libertad de expresión a caracterizado en muy alto grado a la sociedad danesa y a favorecido su sentido crítico, su creatividad y por lo tanto una dinámica social. Si Dinamarca se comporta tan bien en un mundo globalizado no cabe duda de que ello se debe a este tipo de cualidades. Al mismo tiempo la libertad de expresión es una precondición decisiva para que Dinamarca sea una sociedad de gran confianza. La confianza entre ciudadanos es mayor que en cualquier otro país del mundo, por lo tanto la confianza de los ciudadanos hacia sus políticos es la mayor de Europa y tal vez la mayor de todo el mundo. 


Libertad de expresión significa que nosotros como ciudadanos intercambiamos en alto grado opiniones y experiencias unos con otros, por tanto sabemos donde estamos y esto provoca confianza. La libertad de expresión significa además que tenemos todo tipo de posibilidades para comentar y criticar a nuestros políticos. De la misma manera que recíprocamente los políticos están en condiciones de llevar a cabo debates abiertos. Por tanto sabemos donde están nuestros políticos y ellos saben de que lado esta la población. la distancia entre políticos y población disminuye y esto genera confianza. Si no tuviéramos esta amplia libertad de expresión si hiciéramos de ella algo más domesticado, limitado y “educado” la sociedad danesa simplemente sería otro tipo de sociedad.


Las ideologías totalitarias están en clara contraposición a la tradición de John Stuart Mill, pues al considerar estar en posesión de una verdad absoluta a la que se ha de conformar la sociedad, aquélla no puede ser criticada ni atacada. En el supuesto de que alguien lo haga, no se le replicará con argumentos en contra, como propugnaba John Stuart Mill, sino con censura y castigo, porque el totalitarismo con considera los puntos de vista discrepantes como expresión de un desacuerdo, sino que los considera un atentado contra la verdad absoluta y, como es sabido, los delitos se impiden o castigan.


Para los islamistas, la verdad absoluta está en los escritos sagrados y es absoluta porque es una revelación directa de Allah; ponerla en cuestión constituye por tanto una blasfemia. Ahora bien, esta actitud no es exclusiva de los islamistas, sino que es un punto de partida corriente en el islam.


La verdad absoluta de los escritos sagrados no concierne únicamente a la fe; el islam es una religión preceptiva (lovreligion) y ello significa que contiene una larga serie de preceptos sobre lo que las personas han de hacer, deben hacer y no deben hacer, lo que da una idea especialmente sensible de lo que significa portar ofensa a la religión; no sólo es ofensivo hablar insultantemente o peyorativamente del islam y de los musulmanes; también lo es decir o hacer algo que está en conflicto con las prescripciones importantes de la sharíah.


El caso de las viñetas de Mahoma fue precisamente expresión de lo anterior. Las reacciones musulmanas estaban basadas en que los dibujantes del periódico Jyllands Posten habían hecho algo que contravenía las prescripciones de la sharíah, a saber, representar a Mahoma, con la agravante de que los dibujos tuvieran carácter satírico y, por lo tanto, se permitieron algo que según la sharíah es impensable: se mostraron críticos con el profeta (el hecho de que la más controvertida de las viñetas -la de Mahoma con una bomba por turbante- fuera propiamente la crítica de determinada utilización política del profeta, no se discutió *.

En los islamistas, esta sensibilidad a las afrentas adquiere caracteres extremos; se debe a que para ellos lo decisivo es que se siga cuidadosamente una forma estricta de sharíah, no sólo en la teoría religiosa, sino también en la praxis política. En otras corrientes del islam, la utilización de la sharíah es mucho más matizada y sus partidarios no son tan rápidos en sentirse ofendidos en nombre del islam, toleran mejor la crítica y las desviaciones, pero los islamistas son extraordinariamente intolerantes ante la crítica y por ello, hostiles a la libertad de expresión. Para ellos, su utilización en la tradición pluralista, en la que se impugna la autoridad y las verdades establecidas equivale nada menos que a superstición.


Por eso van a la vanguardia cuando se trata de atacar y acallar las voces críticas hacia el islam. Los ejemplos abundan en el mundo musulmán, pero a medida que avanza el islamismo en Europa y otras partes del mundo occidental se ha producido una serie de ataques a los creadores de opinión, artistas y medios de comunicación que, a juicio de los islamistas, utilizan la libertad de expresión de forma ofensiva.


El primer gran ejemplo de estos ataques islamistas a la libertad de expresión en Occidente fue la fatwa del ayatola Jomeini que condenó a muerte al escritor anglo-indio Salman Rushdie por su novela "Los versos satánicos". Una fatwa es el pronunciamiento de un jurista religioso sobre cómo han de comportarse los musulmanes según las sagradas escrituras en relación con un tema determinado). El asesinato del cineasta holandés Theo van Gogh y la persecución de la escritora y política somalí-holandesa Ayaan Hirsi Ali constituyen también ataques notorios a la libertad de expresión.


Pero ha habido, además, una serie de casos menos conocidos de amenazas islamistas en relación con manifestaciones públicas de diverso cariz. En muchos casos, los islamistas han conseguido alcanzar sus objetivos con amenazas - en otros, se han aceptado las premisas islamistas y se ha ejercido autocensura antes de que se produjeran amenazas concretas. Se han retirado libros de la circulación, se han retirado obras de teatro u óperas de las carteleras, se han descolgado cuadros, suprimido artículos de periódico, se han suspendido actuaciones de cómicos. En ocasiones, el celo por ejercer la autocensura y complacer y apaciguar a los islamistas ha adoptado formas grotescas, como en el caso de un ayuntamiento inglés que ha prohibido todo tipo de dibujos y figuras porcinas en sus locales. Incluso Peter Plys ha sido atacado porque, como es sabido, el simpático cerdito es igual de impuro que todos los cerdos.


Este tipo de ataques islamistas a la libertad de expresión es lo que movió al periódico Jyllands Posten a publicar las viñetas de Mahoma. La ocasión inmediata fue que el escritor Kåre Bluitgen estaba teniendo dificultades para encontrar un dibujante que quisiera ilustrar su biografía de Mahoma. Tres rehusaron y un cuarto aceptó a condición de anonimato, por temor a las reacciones de los círculos musulmanes. El Jyllands Posten quiso verificar el alcance de la presión islamista y la tendencia a la autocensura y lo hizo utilizando un género socorrido en Dinamarca: la visión satírica de los temas religiosos.


Existen dos actitudes fundamentalmente diferentes ante la libertad de expresión; por un lado la democrática y pluralista, en el espíritu de John Stuart Mill y, por otro, la del islamismo totalitario. En el caso de las caricaturas de Mahoma, chocaron en una contienda histórica.


(Continuará).


(*) Matrimonio de políticos daneses de filiación socialdemócrata.

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