Islamistas y buenistas (final)

Karen Jespersen y Ralf Pittelkow (*)


Traducción del danés de Melitón Cardona



Islamistas


En su juventud Wafa Sultan era una musulmana siria creyente normal, pero sucedió algo violento que cambió su concepción de la existencia: siendo estudiante presenció el asesinato de uno de sus profesores en clase. Los asesinos pertenecían a los Hermanos musulmanes, que en aquella época utilizaban el terror en la lucha contra el régimen sirio. Entraron en el aula y dispararon contra el profesor mientras gritaban "Allah es grande". A partir de entonces, dejó de ser el dios de Wafa Sultan.


Hoy día es psiquiatra y vive en los EEUU; era desconocida para el público hasta el día 21 de febrero de 2006, día en el que participó en un debate con un profesor egipcio de estudios religiosos en la gran estación de televisión árabe Al-Jazzira. Y dijo cosas que el público árabe no estaba acostumbrado a escuchar. Resultó chocante que declarará que el mundo estaba en una lucha entre civilización y barbarie y señaló a las fuerzas violentas islamistas como representantes de la barbarie. Pero hubo algo peor a los ojos de los islamistas: Sultán quebrantó uno de los tabúes islamistas, hablar bien de los judíos. Afirmó que los judíos habían sido capaces de superar sus sufrimientos y ganarse el respeto mundial pero desde luego sin utilizar el terror. “No hemos visto a un solo judío cometer un atentado suicida en un restaurante alemán, no hemos visto a un solo judío destrozar una iglesia, no hemos visto a un solo judío protestar mediante el asesinato de personas”.


Se trataba de un punto de vista que fue contradicho por su opositor en el estudio, que representaba los puntos de vista islámicos ortodoxos, pero no hubo contraargumentos por parte de él; se negó simplemente a entrar en el debate con ella porque se había hecho culpable de blasfemia contra el Islam, contra el profeta Mahoma y contra el Corán; en lugar de debatir, se conformó con atacarla con el arma que normalmente se utiliza por los islamistas cuando alguien con antecedentes musulmanes intenta suscitar preguntas críticas sobre el Islam: “¿Es usted hereje?” le preguntó. Cuando un musulmán es acusado por una autoridad religiosa de ser hereje o apóstata la cosa es grave; de hecho, puede costar la vida. El Corán no indica ninguna pena concreta para la apostasía, pero los culpables serán afectados por “la ira de Dios” y eso puede interpretarse como una sentencia de muerte. Al menos es lo que opina el jeque Yusuf Al-Qaradawi que la apostasía debe significar la muerte si uno expresa sus puntos de vista heréticos en público. Al-Qaradawi no es un señor cualquiera, sino una figura de liderazgo espiritual en el islamismo, con muchos millones de telespectadores en su programa de Al-Jazzira incluso en Dinamarca y otros países europeos. La protección de la religión y la sociedad debe ir por delante de la libertad y de la vida individual, según su argumento para condenar a muerte la apostasía. Wafa Sultan consideró las acusaciones de su oponente en el debate y sus insinuaciones de blasfemia y herejía como una condena religiosa formal, una fatwa. Tras la emisión televisiva, las autoridades religiosas sirias la declararon infiel y recibió una serie de amenazas de muerte. De momento no le ha sucedido nada, pero la posibilidad de que las amenazas se concreten un día funciona ya como una pena.


Este debate televisivo poco frecuente es un ejemplo claro  de la lucha de valores que esta llevándose a cabo en el mundo musulmán. Existen otros críticos del Islam ortodoxo pero pocos de entre ellos tan francos como Wafa Sultan y como ella suelen vivir en el exilio.


Los musulmanes y la infidelidad.


Wafa Sultan participó en un debate político en Al Jazzira. Habló del papel político del Islam y de los métodos políticos que se utilizan en su nombre; a pesar de ello, fue acusada de blasfemia y herejía, es decir, de delitos religiosos; para los islamistas las sagradas escrituras y la sharíah son la guía incondicional tanto para la religión como para la política y no tiene ningún sentido para ellos diferenciar ambas cosas. Si se tiene un punto de vista político que está en conflicto con la sharía, no se trata de un error político, sino de infidelidad y con los infieles no se discute, se les combate porque se trata de enemigos que quieren el mal. En el universo político religioso islamista se encuentra una separación extrema entre el "ellos" y el "nosotros", los infieles y los musulmanes fieles.


Como daneses y europeos nos imaginamos que si nos limitamos a explicar nuestros puntos de vista y nuestros motivos con claridad podremos impresionar de alguna manera a nuestra contraparte, suscitar algunos contraargumentos, hacer que cambien algunas posiciones y desarrollar un debate, pero para los islamistas, fundamentalmente no hay nada que debatir; por el contrario se trata de reafirmar una verdad que fue dada de una vez por todas. Puede discutirse como puede esa verdad observarse mejor en circunstancias históricas diferentes (como por ejemplo en la Europa de nuestro tiempo) pero la verdad permanece inalterada.


Esa verdad la encuentran los islamistas en la sharíah, igual que en los tiempos de Mahoma y rechazan los intentos posteriores de interpretación y adecuación de la sharíah. Sólo rige la enseñanza original y pura, por eso se designa a los islamista como salafistas por la palabra salaf antepasado o predecesor hay salafistas que no utilizan esta vuelta al Islam original por motivos políticos pero sí lo hacen los islamistas  en grado extremo. Esta utilización política de la religión significa también que no desean rechazar las penas bárbaras que se encuentran en la sharíah. Una pena durísima, tal vez la muerte, para la herejía. La pena de muerte para la homosexualidad. Muerte por lapidación para el sexo fuera del matrimonio (incluso cuando se trata de mujeres violadas). Amputación de la mano en caso de robo, sólo por mencionar algunas de las posibilidades. Existen amplias corrientes en el Islam que son más flexibles que el islamismo en la interpretación de los mandamiento religiosos de la sharíah y se encuentran diversas corrientes que no utilizan los mandamientos religiosos de la sharía de esa manera directa y rígida cuando se hace política. Incluso se niegan a utilizar las penas bárbaras; aluden a la sharíah, pero comprendida más como un marco amplio de referencia para las decisiones políticas que como reglas literales para aplicar políticamente. Operan con mucho mayor margen de maniobra para las consideraciones políticas en relación con las prescripciones religiosas; mucho más de lo que lo hacen los islamistas.


Religión y política viven más separadas, la política reviste formas más mundanas en las que no todo se ve bajo la perspectiva de tener que castigar la blasfemia, la herejía y la apostasía. De la misma manera, hay grandes diferencias en la manera en que la sharíah se concibe y utiliza en diferentes países y territorios del mundo. La influencia islamista varia considerablemente. Es claramente débil en el sudeste asiático, incluido el país que tiene más musulmanes del mundo (Indonesia) y mucho más en el Oriente Medio.


Pero, en general, los islamistas avanzan en el mundo musulmán y últimamente parece haber conseguido el poder en Somalia. Este avance se nota incluso en los países musulmanes que, por otra parte, suelen considerarse como ejemplos importantes de que el Islam puede relacionarse con un sistema político impregnado de laicismo: Indonesia, Turquía, Bosnia. En la mayoría de los países, la concepción islamista de las relaciones entre religión y política, entre sharíah y sociedad dejan su huella en la vida política, religiosa, social, y cultural. Muchos gobiernos están sometidos a una creciente presión por parte de los islamistas. Lo anterior significa que incluso cuando los islamistas no están en el poder (sólo lo tienen en países como Irán y Arabia Saudí) en muchos lugares están en condiciones de alcanzar una islamización creciente que aumente fuertemente el papel de las normas ortodoxas islámicas en la sociedad.


(*) Matrimonio de políticos daneses de filiación socialdemócrata.

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