Mañana puede ser un mal día


Cuando un presidente del Tribunal constitucional afirma que mientras esté en el cargo VOX no ganará ningún recurso, uno se forma una idea cabal de la excelencia de la constitución "que nos hemos dado", un engendro que permite anomalías como la de permitir la existencia de formaciones políticas que tienen por objetivo dinamitarla.


En estas condiciones, no debe extrañar que uno tenga la sensación de que la cita electoral de mañana no hará sino contribuir a perpetuar un sistema político que ha ido y va convirtiendo a España en un país en decadencia, cada vez menos pujante económicamente y más irrelevante en la escena internacional.


Resulta patética la machacona apelación del partido popular al "voto útil" para poder gobernar en solitario, como si hacerlo no fuera la aspiración normal de cualquier partido político y como si alguien no quisiera aspirar a ser guapo, rico e inteligente al mismo tiempo. Más patética es su demonización de la única formación política que podría posibilitarle la formación de gobierno. Personajes como la bellotari extremeña o el alcalde de Palma de Mallorca dan idea del nivel intelectual y moral de los dirigentes del partido del siperonó y de los principios líquidos que, como Groucho Marx, está dispuesto a cambiarlos porque si no gustan, tiene otros.


Tampoco sería de extrañar que los resultados de las elecciones de mañana depararan sorpresas: no sería la primera vez y la tragicomedia del voto por correo no augura nada bueno teniendo en cuenta la inanidad de la ley orgánica de régimen electoral general. Como suelo equivocarme en mis pronósticos, mañana puede ser un mal día.

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