Una campaña lamentable


Si el partido popular y Vox alcanzan una mayoría suficiente para formar gobierno tras las elecciones lo habrán hecho a pesar de los múltiples errores que vienen cometiendo día tras día. El empeño de Feijoo en insistir en gobernar en solitario cuando sabe que ninguna encuesta de opinión le da más de 165 escaños es tan pueril que daría vergüenza ajena si no fuera porque, en el mejor de los casos, tal empeño podría restarle los escaños de Vox que le permitieran formar gobierno. Lo anterior no es de extrañar en un partido que cuenta con genios de la política como la bellotari extremeña, un tal Semper, una señora que se hace llamar Cuca y, como viejas glorias con las que dice contar, la inefable Soraya Sáenz de Santamaría y el no menos inefable Mariano Rajoy. Por su parte, cada vez queda más claro que, con algunas excepciones, Vox no cuenta con cuadros capacitados y sí con imbéciles capaces de abstenerse de homenajear a Miguel Ángel Blanco so pretexto de no unirse a un PSOE al que ha facilitado varias alcaldías y tras haber votado junto al PSOE y los comunistas en Murcia. El panorama es desolador y por eso escribí el otro día que votar a cualquiera de esos dos partidos era votar un mal menor que el que representa el psicópata que ha venido arruinando a España en el último quinquenio.


El otro día dejé de ver el debate entre Sánchez y Feijoo antes de que terminara el primer bloque porque resultaba superior a mis fuerzas constatar que siguen poniéndose en entredicho cuestiones de hecho, algo que Ortega denunció hace casi un siglo. No me arrepiento de haberlo hecho, por mucho que muchas personas me hayan ponderado la actuación serena e irónica del político gallego, ganador indiscutible de la contienda y posible futuro presidente del Gobierno de un país que ha entrado en una fase de decadencia que costará Dios y ayuda corregir si el corregidor que pretenda corregirla no se atreve a coger el toro por los cuernos e ir al fondo de la cuestión, que no es otra que la persistencia de un diseño constitucional inadecuado reforzado por una ley de régimen electoral que, en lugar de corregirlo, lo apuntala con el concurso de un poder judicial incapaz de ejercer su función con un mínimo de auténtica independencia; todo lo anterior ha contribuido a conformar una sociedad carente de valores, relativista y cada vez menos culta y más zafia. Basta ver la mayoría de cadenas de televisión para percatarse.


Cuando los partidos que podrían poner fin a la pesadilla de un gobierno frankestein contra natura se dedican a atacar al adversario equivocado, poco cabe esperar.

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