Queridos camaradas


La segunda cadena de televisión española ofreció ayer noche la película "Queridos camaradas" de Andrei Konchalovski, rodada hace tres años, que obtuvo el premio especial del jurado en Venecia. 


No me resulta posible imaginar un alegato anticomunista más contundente: en Novocherkask, Unión Soviética, en 1962, Lyudmila es miembro del partido comunista local y, como tal, defiende los ideales del régimen comunista y desprecia todo tipo de disidencia. Ahora bien, durante una huelga laboral en una fábrica de motores, ve cómo el ejército mandado por el Gobierno parece haber ordenado disparar a los manifestantes y cometer una masacre que, en realidad, es obra de la KGB. Ese suceso cambiará su visión de las cosas. Con la ciudad destruida y agitada por las revueltas, hay mucha gente muerta, herida y desaparecida. Una de las desaparecidas es la hija de Lyudmila, lo que la obligará a buscarla entre el caos.


Konchalovski y Mijálkov son dos de los grandes directores del cine ruso actual. El segundo es más propenso a la espectacularidad; el primero a la sobriedad. La descripción del incidente en Novocherkask, en Rostov, antigua capital de los cosacos del Don prescinde por completo de los trucos del oficio y de la truculencia en la que otros hubieran podido caer. Hay escenas memorables que resuelve con eficaz simplicidad: cuando el general al mando de las tropas que ha ordenado limpiar la sangre de la plaza es informado de que resulta imposible ordena que se asfalte por la noche y se convoque un baile popular en la esperanza de que la población se una a los miembros del partido que empezarán participando en él. El apartamento de lujo de Lyudmila es tan astroso que uno se imagina cómo serán las viviendas de los que no forman parte de la dirección del partido. El empeño de las autoridades en aparentar que no ha pasado nada es de un cinismo brutal: los muertos son enterrados en cementerios de las afueras en tumbas ya ocupadas por otros difuntos y se obliga a todos los funcionarios de cualquier rango a firmar un compromiso de silencio sobre lo acontecido que, de quebrantarse, implicará pena de muerte.


Recomiendo vivamente tratar de localizar y ver una de las películas que mejor han retratado las contradicciones del paraíso averiado del proletariado. Por cierto, la película está basada en hechos reales: la masacre fue silenciada hasta 1992 y sus responsables nunca han sido juzgados.

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