El timo de la inmigración ilegal


No resulta fácil tratar objetivamente, sine ira et studio, el tema de la inmigración ilegal. Es un tema en el que colisiona la ética de la convicción con la de la responsabilidad, Gesinnungsethik v. Verantwortungsethik en la terminología de Max Weber. Una moral que califica de buenas o malas determinadas acciones en general y sin tener en cuenta las consecuencias se denomina deontológica. Por tanto, la ética de la convicción también se equipara conceptualmente a la moral deontológica.


Quien se conmueve con las imágenes televisivas de subsaharianos demacrados y se muestra dispuesto a acogerlos en su territorio lo hace motivado por una ética de las convicciones que, sin embargo, no tiene en cuenta la de la responsabilidad: véase, si no, el caso reciente de Lampedusa, una isla de 20 kilómetros cuadrados que cuenta con una población de 6.200 habitantes y que ha recibido en una semana una avalancha de más de 10.000 inmigrantes ilegales subsaharianos. Es evidente que, si las convicciones humanitarias prevalecen, la población foránea superará a la autóctona y ese desequilibrio demográfico le perjudicará gravemente al ponerla en situación de inferioridad. También es evidente que 10.000 inmigrantes no son capaces de movilizarse sin la ayuda de mafias que aprovechan la pusinilabildad de las autoridades europeas.


En el planteamiento de la Unión Europea ante este grave problema parece haber un postulado según el cual la inmigración ilegal es "inevitable" y es un problema que no se puede resolver, sino únicamente mitigar. De hecho, en España y en otros países, asistimos a una manipulación del lenguaje que tiene dos vertientes. Por un lado, se presenta a los inmigrantes como “refugiados” sean cuales sean las razones que los mueven a abandonar su país. Se equipara una guerra civil, como la de Siria, o una persecución religiosa (como la sufrida por los cristianos y los yazidíes a manos del Estado Islámico) con la emigración por motivos económicos (la llegada de Marruecos, por ejemplo) o por causas ambientales, como la sequía. Todos los que llegan se presentan como “refugiados” o, la otra palabra talismán, “migrantes”. La supresión del prefijo “in” eliminaría el matiz de que no van de un sito a otro, sino que alcanzan España -y, en general, Europa- para quedarse.


No es cierto que la inmigración ilegal sea inevitable: Australia la ha eliminado por completo mediante el único expediente capaz de evitarla, que consiste en que quien entre ilegalmente en su territorio jamás podrá permanecer en él ni legal ni ilegalmente, algo que contrasta con las suicidas regularizaciones a que nos tienen acostumbrados nuestros gobiernos. El inmigrante ilegal que accede a territorio australiano es trasladado a una isla de la que sólo podrá salir si solicita regresar a su país de origen. El principio es tan sencillo como eficaz: no hay esperanza para quien se introduzca ilegalmente en territorio australiano. En el mejor de los casos podrá volver a su país de origen y en el peor permanecerá indefinidamente en una isla inhóspita.


Si se generalizara la práctica australiana, el problema desaparecería y tal vez los aspirantes a disfrutar de los beneficios de los países desarrollados a cuyo sostenimiento vía impuestos no han contribuido tratarían de imponer a sus gobernantes mejores condiciones de vida, porque lo sencillo es tratar de beneficiarse de lo que otros han construido mediante esfuerzo y sacrificios.

Comentarios

  1. Es meridiano. Es increíble la estulticia de nuestros desgober antes. Es todo de una tristeza infinita.

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