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Como ya conté, viví un tiempo en Zarauz en el cuartel viejo. Cuartel decrépito, pero con una ubicación muy curiosa, ya que las paredes daban al mercado de abastos y frente a un parque divino, aunque yo sólo lo disfrutaba a través de una ventana, y, no siempre, más veces era a través de una pequeña rendija que había en el postigo de madera podrida.
Todo estaba podrido, hasta la humanidad que nos rodeaba, aunque de humanos tenían poco o lo disimulaban bien...

Yo solo era una niña de once años, pero lo que allí viví a pesar de los esfuerzos que hacían tanto mis padres, mis hermanas y hermano, y los guardias allí destinados para que mi vida fuese un poquito normal y no me enterara de nada, era imposible, yo estaba al tanto de todo lo que ocurría a mi alrededor y no puedo olvidar nada.

No olvido aquel cuartel con su portalón verde, el cuarto de puertas que no era más que un habitáculo tal como una cabina telefónica.

No olvido tantos guardias tan jóvenes, con el miedo y la esperanza al mismo nivel, siempre dispuestos y preparados para lo que fuera.

No olvido nuestra casa. Era fea, triste, desangelada, sin solución posible, por más empeño que pusiera mi madre en cambiarla y por más amor que hubiera dentro, la podredumbre de fuera podía más.

La llamo nuestra casa por que jamás llegó a ser nuestro hogar.

No olvido tener que mentir en el colegio sobre la profesión de mi padre, cuando tan orgullosa me sentía yo de lo que era y quién era, pero era requisito indispensable por parte de las monjas para admitirme. Mi padre de pronto se convirtió en un ingeniero de la autopista Bilbao - Behobia.

No olvido cuando aquellas niñas de mi clase ya supieron quién era yo y donde vivía, los desprecios que me hacían.

No olvido aquella profesora de francés que intentaba disimular que me tenía simpatía, aunque ahora creo que más bien era lástima, y a escondidas me daba algún beso, me colocaba la goma de mi pelo y me decía lo bonita que era. Creo que yo necesitaba miles de sus besos aunque con su mirada limpia me conformaba.

No olvido a esas niñas malas, muy malas, que me dieron tal paliza ensayando un teatrito, que estuve una semana en cama llena de golpes. Sus caras de odio y lo que salía de sus bocas era de película de terror puro.

No olvido el último día que pude ir al colegio, se recibieron varios anónimos, vinieron guardias de información de San Sebastián y aquellas amenazas iban en serio...

No olvido cuando se preparaban los guardias para salir detrás de una manifestación ilegal, la tensión se palpaba.

No olvido esas largas noches en casa, aunque yo estaba acostada, oía el murmullo de voces. Se reunían en mi casa todos los guardias, jugaban al bingo, a las cartas, y mi madre les preparaba de todo para comer y así tooooodas las noches hasta que llegaba la última patrulla.

No olvido que comían todos, (mi madre incluida) paquetes y paquetes de galletas Artinata. A día de hoy no las puedo ni ver.

No olvido la panadería que había cerca del cuartel, al lado del mercado, y el primer día que fui a por el pan, me pregunto la mujer más fea que yo haya visto en mi vida que si quería "pan vasco o pan español". Volví a casa sin pan, no entendí aquella pregunta.

No olvido las voces de una pescadera, Itxiar se llamaba. Gritaba a pleno pulmón ANCHOOOOOAASSS, ANCHOOOOOOAS! ella nos vendía bajo manga; mi madre por una ventanita que había en el cuarto de baño, miraba lo que tenía ese día para vender y, cuando veíamos que no había nadie, le tiraba una nota con el pedido, después ella cuando cerraba el puesto y se iba para casa, pasaba andando delante de la puerta del cuartel y, cuando no había nadie en la calle, tiraba la bolsa y decía entre dientes: para el Teniente!
Al día siguiente la misma operación, por la ventana pero con el importe de la compra. Siempre agradecida aquella mujer, no era fácil lo que hacía.

No olvido aquellos guardias que le daban a mi madre una carta para sus padres "en caso que les pasara algo".

No olvido como también le decían donde tenían su uniforme "de bonito", sus zapatos impecables y todo lo necesario para "en caso que les pasara algo".

No olvido haber visto sus lágrimas y oído sus llantos al perder algún compañero.

No olvido la hermandad que allí había. No eran compañeros, éramos familia.

No olvido ir a misa de siete de la tarde, que era la única en el día rezada en castellano y el cura al vernos la rezaba en vasco. Iba a misa con Adolfo, el conductor. Había sido fraile y colgó el hábito para ser guardia.

No olvido como oí en susurros una madrugada que había un hombre muerto en una carretera. Ese hombre era un buen hombre muy mayor que tenía un huerto y le gustaba venir al cuartel a echar un rato de charla con los guardias, y siempre traía algo de su cosecha. Mi padre y los demás guardias le decían que se exponía al ir, y que lo viera la gente con ellos, pero él contestaba que no tenía miedo.
No se conformaron con darle varios tiros, se aseguraron su muerte atropellándolo varias veces.

No olvido la pena, la rabia y la impotencia por la muerte de aquel hombre. Una buena persona.

No olvido la cara del hermano del famoso Txiqui, terrorista de origen extremeño fusilado por Franco.
Se apostaba frente al cuartel, desafiando a los guardias que estaban de puertas, sabiéndose protegido por malnacidos y ratas como él.
En fin, hay tantas y tantas cosas para contar que no por ser niños éramos ajenos a lo que nos rodeaba, ya podían pintarnos la vida de nubes rosas y azules que a poco que rascaras salía la negrura, la suciedad y la porquería que allí había.

Por eso NO olvido ni QUIERO olvidar!

Autora del recuerdo 

Pilar Jiménez Márquez.

Comentarios

  1. Cuántas vidas e infancias truncadas. Y ahora tenemos que asistir impotentemente a que el felón de la Moncloa pacte con los asesinos de tantos españoles de bien. Y el Rey ha dado la espalda a las víctimas del terrorismo, a España y a los españoles que queremos vivr en libertad. Pues que no se fíen ni un pelo porque este pueblo es capaz de las mayores felonías, pero también de las mayores heroicidades y estoy segura que el domingo vamos a ver una España en las calles de Barcelona que no se doblega. Aunque su Majestad el Jefe del Estado se haya arrodillado ante tanta vileza el pueblo sigue en la lucha

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