No sé si hay que preocuparse


El día tiene de momento veinticuatro horas, mil cuatrocientos cuarenta minutos, ochenta y seis mil cuatrocientos segundos y millones de fragmentos de fracciones de intermitencias inconsistentes. Así es.


El día transcurre inevitablemente y las nubes divagan y pululan mientras las palabras pierden rumbo y los cuernos de los rinocerontes extraviados se estremecen en las sombras de los abedules algorítmicos siempre inciertos y complejos. Así es.


No sé si hay que preocuparse ...


Si tuviera itinerancias compraría inconsistencias o simios inteligentes en cascadas refulgentes siempre siempre siempre siempre.


No sé si hay que preocuparse.


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